lunes, diciembre 23, 2024
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Bella y digna es la justicia cuando se la usa con caridad

Poblaciones que respetan, aman y cumplen con las leyes, empezando por las de Dios, tienen consciencia de bien, saben lo que deben hacer en su vida y cómo y cuánto deben querer y respetar los derechos de su prójimo.
Los derechos ajenos son valiosos porque implican amor y respeto por lo que concierne a uno mismo y a la familia, que es lo más preciado. Bien se dice que los pueblos y las naciones luchan entre sí por cuidar la vida, propiedades y derechos del entorno, que fueron forjados con mucho esfuerzo; pero, lo cierto es que parte de esa defensa acérrima de los propios derechos llega en muchos casos a la condición de ser simple ambición, por querer y buscar más, de ambicionar hasta lo ajeno, sin trepidar en que se viola muchas veces todo lo que debe cuidarse. Las ambiciones son el resultado de buscar y ansiar hasta lo ajeno porque hay egoísmo y como resultado de la ambición, en la mayoría de los casos, no se duda en llegar hasta el crimen con tal de poseer todo lo que abarque sus ansias de tenencia.
Por todo ello es importante que cada hombre, cada pueblo y cada nación preserven sus virtudes a través de la educación de niños y jóvenes, liberándolos de angurrias y deseos de riqueza, para evitar la ambición de querer y buscar más a costa del propio honor y sin trepidar en tener a los pies los honores ajenos, con tal de posesionarse de lo que tiene.
Solamente con la formación en virtudes, que conformen valores y principios, es posible contener a quienes se nutren del crimen, liberándolos de las ambiciones que son causantes de abrigar formas y medios de adquirir más poder que, en algunos casos, alcanza dimensiones peligrosas. Ahondar en el tema resulta importante para llegar al fin propuesto de arribar a la situación de contar con una justicia que se ajuste a lo dispuesto por Dios, la Constitución y las leyes. En otras palabras, tener una administración de justicia que basada en amor, respeto, consideración, rectitud, limpieza y dignidad y que sea honra y prestigio del país y que no tenga ningún ápice de corrupción.
Las ambiciones acrecentadas por avaricias crecen porque las virtudes han dejado su condición de valores, tan sólo por no tener el riego necesario, como el goteo de agua que mantiene viva a la planta sedienta.

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