Mauricio Ochoa Urioste
El martes 30 de mayo del presente año, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, dio un contundente espaldarazo a Nicolás Maduro, líder de una de las dictaduras más atroces de América Latina.
Lo que llamó la atención de la reciente cumbre de presidentes celebrada en Brasilia, efectivamente, fue la disimulada parsimonia y alto nivel de cinismo con el que Lula da Silva, trató el caso venezolano. Durante el amistoso encuentro, el líder brasileño aseguró que “sobre Venezuela hay muchos prejuicios”. Sin hacer referencia a los informes de violaciones a los derechos humanos en Venezuela, Lula aseguró: “Yo he ido a países que no saben dónde queda Venezuela, pero dicen que Venezuela tiene una dictadura. Nicolás Maduro, ustedes tienen que descontruir esa narrativa (…)”.
“Contra la gente se construye narrativas. Nicolás Maduro sabe muy bien la narrativa que han construido contra Venezuela. Ustedes saben la narrativa que han construido sobre el autoritarismo y la antidemocracia. Ustedes tienen como medios desconstruir esa narrativa”, agregó Lula.
Ante tales declaraciones trasnochadas del presidente Lula da Silva, se expresaron en sentido contrario los presidentes de Uruguay y Chile, respectivamente. Y no con menor sorpresa. El caso de Venezuela representa un oprobioso ejemplo de la dictadura en la región, con presos políticos, millones de exiliados (más que en muchas guerras de la edad contemporánea), medios de prensa silenciados, y un largo etcétera, que es de conocimiento continental y mundial.
Brasil ya no es, ciertamente, el gendarme de la paz y la democracia en la región. Aliado como está Lula da Silva a los oscuros intereses venezolanos, habría que preguntar si acaso ello no va en consonancia con sus palpables contradicciones para calificar la guerra de Ucrania, como lo que es; una parte del expansionismo e imperialismo del Siglo XXI impuesto por Vladimir Putin y sus secuaces.
No se puede ser aliado de Occidente y cómplice encubierto de la dictadura que asola Caracas. Se trata de un sinsentido que más temprano que tarde Itamaraty deberá pagar. Porque es bien sabido que, en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, los votos del régimen chavista van en desmedro de las democracias occidentales y sus valores y presupuestos principales.
El autor es abogado.