Con movimientos ágiles, incluso, en algunos momentos mejores que el de los bailarines, miles de músicos hicieron su paso acompañando a las comparsas y bailaron al ritmo de platillos, bombos, tambores, trompetas y otros instrumentos musicales con los que dieron “vida” a cada fraternidad.
“Estamos acostumbrados y es algo que nos gusta hacer”, señaló don Eustaquio, quien pese a cargar una enorme tuba no perdía el paso de los caporales. Como él varios de los músicos que llevaban enormes instrumentos musicales como bombos o las tubas, se movían alegres.
De igual manera, pareciera que los platillos no son problema para Elmer (27) quien al compás de la morenada, también hace bailar a sus instrumentos. “No se siente cansancio, por la emoción que siento de hacer lo que me gusta”, dijo.
De acuerdo con los organizadores de la entrada del Gran Poder, se estima que más de 5.000 músicos participarían de la actividad cultural.
El recorrido que inició en la avenida Baptista, hasta llegar a la Buenos Aires, seguir por la calle Antonio Gallardo, conectar con la calle Illampu, plaza Eguino, avenida Montes, Mariscal Santa Cruz, avenida Camacho hasta la Simón Bolívar, pareciera que no afectó demasiado a estas personas, porque al finalizar continuaron las retretas en los salones de fiesta de las fraternidades y ni qué decir, hoy siguen con la diana.
MOLESTIA
No todo fue positivo en la entrada, lamentablemente, varios espectadores reclamaron que en distintos puntos los bailarines no mostraban los pasos y que, por no generar espacios o baches, corrían presurosos.
“Como siempre, acostumbrados a llegar tarde. Varios (bailarines) están bajando corriendo, ni siquiera la banda se salva (…) molesta porque no vemos que bailen”, expresó un espectador.
Por otro lado, advirtió que si hubo consumo de bebidas alcohólicas aunque “parece que en menor cantidad, pero habrá que ver cuando termine”, acotó el entrevistado.
La generación de basura fue otro punto negativo y el uso de algunas calles como mingitorios públicos.
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Crédito: El Diario