El lamentable caso Colodro, del interventor del cuestionado Banco Fassil, “generó estupor y dudas” hace más de una semana y causó una aguda impresión emocional en la población boliviana, especialmente entre sus miles de clientes, organismos económicos del país y no menos en las esferas del gobierno nacional.
La reacción ante ese hecho desafortunado fue reflejada en el interés por los medios de comunicación y de acuerdo con la proporción del hecho y, ante todo, porque estaba “fresca” la noticia de la presunta quiebra del Banco, es decir, la liquidación de esa importante entidad bancaria –la quinta del país–. Tan fuerte fue la primera impresión ante esa desgracia, que medios de prensa señalaron en sus titulares que ese hecho tenía ribetes “sospechosos”. Los comentarios agregaron que se trataba “de un perro con la cola muy larga”, que “tenía muchos vericuetos”, etc.
Efectivamente, se produjeron algunas reacciones oficiales en ese sentido e inclusive algunos opinaron que el asunto debía ser aclarado rápidamente, pues había la posibilidad de que se convirtiera en una bola de nieve, descendiendo de la cumbre de una montaña.
La actividad oficial no se dejó esperar, pero días después, policías, investigadores y fiscales dijeron que la muerte de Colodro se debió a un “suicidio”, o sea que no se trató de un homicidio, como rumoreaban algunos sectores de opinión pública.
Sin embargo, esa velocísima decisión de los medios oficiales en vez de calmar los tempestuosos ánimos del público, más bien los agitaron mucho más y hasta se comentó que decisión tan rápida no era aceptable, más aún si otras investigaciones estaban en pleno desarrollo y sin las cuales no se debería llegar a una conclusión final en el caso.
Al respecto, se recordó, por ejemplo, el “caso Únzaga” de muchos años atrás, cuando, al conocerse la muerte de ese caudillo falangista, comenzaron intensas investigaciones por parte de fiscales, periodistas, observadores e inclusive fue conformada una misión investigadora de Naciones Unidas para que aclare el asunto. Es decir, no hubo ninguna opinión sobre que se trataba de suicidio u homicidio, sino que se esperó que terminen las investigaciones que duraron más de seis meses, para dar una opinión definitiva.
En todo este asunto, la opinión oficial de que el interventor del Banco Fassil “se suicidó” resulta, por un lado, precipitada y, además, un prejuicio, pues, aún están en vías de realización las investigaciones y sin las cuales no se puede decir algo definitivo sobre el asunto, pues, según la lógica popular, en este caso “negar es afirmar”.
Precipitación y prejuicios en el “caso Colodro”
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