jueves, noviembre 7, 2024
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A cinco siglos de la muerte del emperador Huayna Cápac

Manuel Alencastre Gonzales

 

Una antigua crónica ha cumplido cinco siglos, cuyo autor es Pedro Pizarro, uno de los pocos mortales que estuvo frente al último emperador, Huayna Cápac, cuyo primer nombre es Ticsi Cápac. Pizarro nos da una fugaz impresión física de como debió ser en vida el gran Huayna Cápac. Escribe el cronista sobre Atahuallpa, el más controvertido gobernante, quien se hizo del poder en 1532, coincidiendo con la funesta invasión. La siguiente es la descripción: “Era un hombre bien dispuesto, de buena presencia, de medianas carnes, no grueso demasiado, hermoso de rostro y grave en él los ojos encarnizados, muy querido de los suyos”. Alguna referencia verbal de quien en vida fue Titu Cusi Huallpa, antiguo nombre de Huayna Cápac, puede tener semejanza con la de su hijo Atahuallpa, que acabamos de evocar brevemente.

Huayna Cápac contrajo la penosa enfermedad de viruelas presumiblemente hacia el año 1523, cumpliéndose este año 2023 los cinco siglos. Sucedió tras haberse inmerso en una laguna en el norte del Chinchaysuyo. Esta noticia llenó de sombras negras y de terribles dudas el futuro del Imperio. Como se vislumbraba el funesto panorama entonces y tal como ocurrieron los hechos, fue el anuncio del fin del apogeo y el poder del hombre de esta parte del mundo.

Este año se cumplen cinco siglos de aquel dramático suceso que, de no haber sucedido, quizás otra habría sido la historia del fin del Tahuantinsuyo. Según los más veraces cronistas, junto al “Señor del Mundo” fueron enterradas más de doscientas de sus más cercanas mujeres y allegados, y el llanto y la consternación se apoderaron de casi todas las naciones y pueblos donde era “amado por unos y temido por otros”. Él logró extender hasta límites nunca antes conocidos el Cusco, gracias a haberse consolidado la unidad política y haber difundido por ley el uso del idioma único: lengua de los hombres o runasimi en todas las provincias y en las cuatro partes del mundo. Resulta anecdótico que, en 1532, un forastero analfabeto, como fue Francisco Pizarro, quien no podía deletrear bien su nombre, ni esbozar firma alguna, haya conseguido, gracias a argucias maquiavélicas, obtener el poder mediante la captura de Atahuallpa, hijo del emperador.

Huayna Cápac había nacido en Tumebamba, también llamada llanura de los cuchillos, presumiblemente un antiguo campo de batalla donde se produjo la campaña contra los Cañares y donde por dichas circunstancias era muy común encontrar dichos elementos.

La vida de Titu Cusi Huallpa, estaba marcada desde temprana edad por la desgracia. Primero había sido rescatado de las manos de sus opositores poco tiempo después de la muerte de su padre Túpac Yupanqui. Entonces contaba con doce años, y tuvo que ser conducido a escondidas hacia un pueblo a cinco leguas del Cusco, llamase el pueblo Urcos, hoy una primaveral ciudad a orillas de un luminoso lago. Casi a punto de muerte estuvo el joven, a manos de Curi Ocllo y Chuiqui Ocllo, concubina y cómplices del sanguinario plan, de no ser por la intervención de un tío suyo, quien lo rescató de tan oscuras horas. Entre otras encrucijadas de la vida, se recuerda que estuvo cerca de la muerte, cuando tras la campaña por la toma de la fortaleza de los Cayambis (extremo norte del Imperio) la guardia de guerra del emperador, salió en desbandada, tras un inesperado contraataque del enemigo, dejándolo a merced de la suerte. Y en medio del tumulto y de una segura muerte, fue a caer a tierra, en medio de la confusión, de esta circunstancia fue rescatado por una rápida reacción de un escuadrón de reserva de la guardia cusqueña, que terminaron por librarle del fin.

A cinco siglos de la muerte del emperador más prolífico e inagotable que dio la América profunda, es recordado así también en esta tierra. Pues el arribo de Huayna Cápac a La Paz, antiguo valle de Chuqui Apu, se produjo en momentos de gran auge para la historia del Collasuyo. Chuqui Apu, nombre en recuerdo de que en esta parte del Collasuyo existía un dios de oro, que era adorado por los residentes y cuyo ídolo se encontraba en el ingreso de una mina del dorado metal, donde el emperador fue recibido y aclamado con mucha estima y aprecio. Son muchas las anécdotas que hay para rememorar la vida y obra del emperador en este medio milenio.

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