sábado, julio 27, 2024
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Los gobiernos envejecen

“Sabido es que todos los gobiernos envejecen y tienden a desgastarse después de largos periodos en el poder. Cuando se comete errores y sobrevienen las dificultades, los recuerdos se debilitan, y el desencanto público exige un cambio, incluso un cambio por el cambio mismo”, afirmó, hace décadas, el columnista David Montgomery (*).
En Bolivia, los gobiernos no abandonaron íntegros el palacio de la plaza Murillo. Salvo excepciones. Se fueron, en dictadura y democracia, manchados y descalificados por hechos, como corrupción, nepotismo y vulneración de los derechos humanos, que atentaron contra la moral política. Matices que hicieron escarnio, mayormente, a quienes pretendieron perpetuarse en la administración pública. Tales detalles están en la memoria histórica.
“El Poder desgasta”, dijo alguien entendido en esta materia. En consecuencia: el discurso siempre se ha devaluado, con el paso del tiempo. La figura del líder, hasta la más carismática y aclamada por multitudes, no solo se ha empañado, sino que se ha deteriorado, por ciertos despropósitos o actitudes cuestionables. Ni acá ni allá se han librado de esos traspiés, característicos del arte de gobernar.
Nadie, en consecuencia, ha despertado el interés de propios y extraños para gobernar eternamente un país, pequeño o grande, desarrollado o en vías de desarrollo. Ni militares ni civiles, porque trataron de no dejar la “mamadera”, con acciones cuestionadas, frecuentemente, por la ciudadanía. Pero los tiempos cambian y la mentalidad de los hombres también. Aparecen, en la palestra correspondiente, otros rostros y otras opciones; renovadas ideas e ideales; nuevas inquietudes de interés común, que sacuden el escenario político, en épocas electorales, en particular. Todo ello implica innovación, con miras al futuro.
Nadie vive eternamente. El político, mortal como cualquier humano, identificado con la línea socialista o conservadora, cava su tumba, él mismo, consciente o inconscientemente. Sus desaciertos, sus ambiciones desmedidas y su desesperación por perpetuarse en el Poder, incurriendo, inclusive, en fraudes electorales, lo destruyeron anímica y físicamente. Lo enfermaron, ciertamente. Algunos, obnubilados por una situación demencial, han visto hasta fantasmas. De veras que han perdido no solo popularidad, sino vigencia, que significa un alto en las lides respectivas.
Solo los líderes esclarecidos, que construyeron monumentales puentes que condujeron hacia el desarrollo de la Patria, se retiraron, en el momento más oportuno, de la arena política. A sabiendas que ellos valían y, por lo tanto, estarían mencionados, de por vida, en la memoria histórica. Jamás perdieron credibilidad, conforme ratifica la realidad.
En suma: verdaderamente se requiere innovación en la actividad política, a fin de avizorar mejor futuro para las nuevas generaciones.

(*) “Visión – La revista latinoamericana”, fundada en 1950. Volumen 63, No. 4, 27 de agosto de 1984. Pág. 34.

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