sábado, julio 27, 2024
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El sistema de salud es un Frankenstein

En el imaginario colectivo tenemos la figura de Frankenstein como un ser de época pasada que aterra por lo maltrecho que está.
Según la novela, Víctor Frankenstein era un joven suizo, estudiante de medicina en Ingolstadt (Alemania), obsesionado por conocer «los secretos del cielo y la tierra». Por su afán de desentrañar «la misteriosa alma del hombre», Víctor crea un cuerpo a partir de la unión de partes de cadáveres diseccionados.
La realidad en la que viven muchos bolivianos(as) cuando acuden a los hospitales de tercer nivel o las postas de salud se asemeja a un Frankenstein que tambalea al andar o se arrastra medio muerto.
Como el monstruo que no funciona bien, en centros de salud se tarda en atender eficientemente a pacientes que para citas médicas hacen largas filas. También faltan médicos y personal de salud para diagnosticar dolencias y curar enfermedades. La infraestructura y el equipamiento son como parte del cuerpo del monstruo que se desarma.
¿La salud no es una prioridad para un país? El mundo ha vivido y sobrevivido a la pandemia del Covid19, pero las lecciones parece que no fueron aprendidas para corregir las debilidades de un sistema que es manejado con poca visión y más mala voluntad que trabajar a conciencia por las poblaciones vulnerables.
Niños, adolescentes y adultos deben gozar de una mejor calidad de vida, siendo atendidos con calidad, calidez y, sobre todo, empatía porque son casos especiales. La gente se siente más sensible y merece un trato digno.
No es posible que, en el año 2023, en la era de la Inteligencia Artificial, el sistema de salud esté funcionando como hace 20 años. No se está usando los canales de comunicación, ni los soportes para hacer más amigable y satisfactoria la experiencia del paciente. Una aplicación digital o un centro de llamadas no están en las prioridades.
La falta de ítems para nuevos médicos es frecuente, lo que no permite atender con rapidez y oportunamente problemas de salud. Los procesos administrativos se hacen largos, sin dar tranquilidad a las personas. Por el contrario, se les complica la existencia, haciéndoles buscar fichas de atención en horarios incompatibles para amas de casa, estudiantes, gente de la tercera edad o funcionarios públicos. El personal administrativo atiende de manera improvisada y con poca amabilidad, cree que hace un favor al ciudadano. Pero los contribuyentes pagan impuestos y con eso se les paga sus sueldos, que quede claro.
Es triste ver a pacientes hospitalizados que miran con melancolía el techo de sus habitaciones, donde no hay televisor, radio, Tv cable o wifi que los distraiga o comunique con sus familiares. Es responsabilidad del Estado, pero también de las empresas de telefonía, cuya responsabilidad social empresarial no la ponen en práctica para este caso, desfavoreciendo a quienes de verdad lo necesitan.
Al lector de estas líneas y es su amigo, pariente o funcionario dependiente de la autoridad que trabaja en este sistema, háblele sobre que hay gente que no es tonta y observa en silencio, detrás de bambalinas, como al Frankenstein que se cae a pedazos.

La autora es comunicadora social y escritora.

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