sábado, septiembre 28, 2024
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La corrupción es alentada por la pasividad

La historia de la humanidad registra experiencias de toda índole que demuestran que el ser humano tiende a imitar lo que observa y siente en su entorno. Sin embargo, lo hace mucho más cuando se trata de obtener beneficios, por lo que no duda en hacer lo mismo que otras personas aparentemente exitosas en obtener riqueza o poder, pensado que así logrará algo que lo deje satisfecho. Por ello no faltan quienes no acatan leyes, reglas o tradiciones para llegar a sus metas de conseguir bienes materiales o poder, ingresando, inclusive a los amplios caminos de la corrupción, sin temor a las consecuencias.

Una vez obtenido el poder económico o de cualquier naturaleza, muchas veces éste ciega y origina hechos delictivos, aun sabiendo que merecerán sanciones y castigos. Los que infringen las leyes, llevados por experiencias de otros individuos que, habiendo cometido faltas o delitos no han sufrido reproche o sanción, imitan y hasta mejoran sistemas y métodos para delinquir. Lo hacen atenidos a que la misma ley lo permite o porque no ha sido elaborada con solidez y no hay poder capaz de juzgarlos o condenarlos. Y si los quieren inculpar de manera legal, aparece la “solución” que se basa en corromper a quien sea designado para tratar el caso en nombre de la justicia y, si el delito es muy grande, se contrata abogados expertos en argucias jurídicas para retardar indefinidamente la sentencia final. Es un remedio aplicado generalmente por políticos corruptos que, acostumbrados a la inmoralidad y a cometer delitos, también saben cuáles puertas tocar y a quién recurrir para arreglar cualquier entuerto, por grave que sea. Además, conocen las artimañas de la corrupción que causa inmunidad para actuar con impunidad.

La corrupción tiene mil formas para afectar a inocentes y sacar airosos a quienes han caído en un pozo de mugre. Al respecto, recordemos lo que Napoleón decía: “No hay hombre que no se venda, solo hay que saber su precio”. En cada régimen político se conoce a los dispuestos a maniobrar para conseguir adeptos al fácil enriquecimiento y cometer actos de corrupción en beneficio personal o de grupo. Depende, pues, de cada gobierno no rodearse de “santos” cuyas aureolas son muy sombrías, pero que tienen los medios para tentar a cualquier funcionario. Lo peor es que las autoridades y los organismos encargados de luchar contra la corrupción muestren pasividad y dejen pasar faltas y delitos.

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