Armando Mariaca V.
Cuando se sabe que cerró sus puertas un diario o suspendió sus ediciones o canceló sus programas (radio, televisión u otro medio) o lo obligaron a cerrar –como en este caso– es como sentir un latigazo que no solamente lastima el alma, sino que castiga al corazón y a todo lo que uno es, ejerciendo la mejor libertad que es el periodismo. Cerrar un medio de comunicación es cerrar las puertas a la libertad, suprimir el mayor derecho que tiene el ser humano a la libre expresión. Y es que todos los seres humanos en todo el orbe y en todos los idiomas tienen esos derechos. En el caso del mencionado matutino, fue decisión de los propietarios el cierre por dificultades financieras. Pero, ahí ingresó la oportunidad del gobierno que, aferrado a sus razones, apoyó (¿muy complaciente?) un cierre que estuvo preparando, porque Página Siete resultaba un incordio para quienes gobiernan.
Se cerraron las puertas de la Libertad con el cierre de un digno periódico que enalteció al país y que hizo del periodismo, conjuntamente EL DIARIO y otros medios, un apostolado, una misión, un homenaje permanente a lo que honra la dignidad, el prestigio y futuro del ser humano.
Página Siete, un medio escrito, significaba una forma de proclamar el sentido de las libertades de todos los seres que amaron y aman a Bolivia. Se fue un gran diario, que era un excelente competidor en ser y servir a la población con altura y dignidad. Con señorío y honestidad el matutino paceño en trece años de vida honró al país y al periodismo.