martes, diciembre 17, 2024
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Deuda externa crece en forma elefantiásica

Durante las dos primeras décadas de crecimiento de las reservas internas del país (debido a factores externos y no internos), el pueblo boliviano gozó de un boom económico sin precedentes en nuestra historia. Las RIN llegaron a casi 15 mil millones de dólares, cifra extraordinaria en los anales de las finanzas.
Ese crecimiento de las reservas fue administrado por dos gobiernos de Evo Morales Ayma y su equipo de ministros, pero, lamentablemente, el ahorro no fue bien utilizado y, en alguna medida, fue gastado de manera irregular y el total de las reservas pasó a bajar paulatinamente.
A ese problema se sumó un asunto poco esperado. Cambiaron los factores externos que le permitían al país recibir una caudalosa corriente de dólares. Vino entonces la época de las vacas flacas. El gobierno empezó a recurrir a las reservas que, finalmente, se redujeron a una mínima expresión, dejando al país sin dólares y a los empresarios sin divisas para la importación desde maquinaria hasta fósforos. Vino también la escasez de alimentos, brecha que empezó a cubrirse con el contrabando que, por lo demás, significa otro canal para la salida de dólares al exterior.
Naturalmente las RIN tienden a agotarse y, más grave aún, ya no hay los caudalosos ingresos provenientes del exterior, por lo que ahora el gobierno se encuentra sin divisas para cubrir los gastos internos (y externos) y se ve obligado a recurrir a préstamos y créditos de organismos extranjeros, pretendiendo cumplir con sus obligaciones y paliar sus necesidades, mediante el endeudamiento elefantiásico.
En ese sentido, los estrategas oficiales están tratando de hacer subir los índices de las reservas internacionales, y si no fuera posible, significaría que las finanzas nacionales están en nivel peligroso.
Pero cubrir ese déficit endeudando al país, es muy riesgoso, porque no se trata solo de pedir crédito, sino de un problema político de consideración; que conduce a situaciones críticas y, en forma concreta, a la dependencia y colonización de la sociedad boliviana. Casos de esa naturaleza se produjeron con intensidad en los primeros cincuenta años de vida del país, en el siglo pasado.
Ahora las autoridades económicas del gobierno de Luis Arce niegan que la situación sea crítica y que hay esperanzas de solución, pregonando que “volveremos a los puertos del progreso”, alimentados con dólares de supuestas inversiones extranjeras, pero que no llegarán a corto plazo, sino que tardarán algunos años; dilación que solo servirá para que el pueblo ajuste cinturones y pase las de Caín.
Pero esas realidades innegables no son espontáneas y fueron originadas por varias causas. Una de ellas es que –sabiendo que el tiempo de las vacas gordas era efímero y que se vislumbraba su fin– fueron derrochadas las reservas monetarias para la creación de empresas públicas, que resultaron deficitarias, que solo significan gastos para el Estado, que está en difícil situación económica.
En efecto, la imprevisión ha llevado al país a un escenario muy negativo y Bolivia se encamina a convertirse en colonia de potencias neo imperialistas, implacables y de escasa solvencia, las mismas que, a su vez, también están experimentando graves dificultades, tanto por su atraso tecnológico como por sus complicaciones gubernamentales, y por la aplicación de políticas propias de regímenes dictatoriales.

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