María Fernanda Ziegler
Entre las más diversas consecuencias del cambio climático, el aumento del dióxido de carbono (CO2) existente en la atmósfera puede traer aparejada una disminución de los nutrientes en las plantas alimenticias. Básicamente, cuanto mayor es la cantidad de CO2 en la atmósfera –y la expectativa indica que la misma seguirá aumentando–, la tendencia apunta que las plantas sintetizarán más hidratos de carbono como la glucosa en lugar de otros nutrientes indispensables para la salud humana, tales como proteínas, hierro y zinc.
Esta fue la constatación con la cual la bióloga Marta Vasconcelos, de la Universidad Católica Portuguesa, inició su conferencia dictada el pasado 30 de junio en la sede de la FAPESP, intitulada “El cambio climático, la nutrición de las plantas y la producción de alimentos”, la tercera del ciclo Conferencias FAPESP 2023.
“La mengua nutricional de los alimentos [el descubrimiento referente a ésta] fue personalmente catastrófica para mí, pues realicé mi doctorado en la biofortificación del arroz referente al hierro. Posteriormente seguí intentando mejorar el tenor de hierro en las leguminosas y, repentinamente, me percaté de que el cielo estaba contra mí. Por eso casi llevo esa afrenta hacia el lado personal, y decidí entonces investigar cómo podemos salvar los nutrientes de nuestros alimentos”, afirmó Vasconcelos en tono de broma.
La investigadora es directora adjunta del Centro de Biotecnología y Química Fina (CBQF), en donde lidera el Grupo de Medio Ambiente y Recursos y el Laboratorio PlanTech (Nutrición Vegetal y Biotecnología para la Sostenibilidad). Su grupo trabaja en la interfaz entre la nutrición vegetal y humana y promueve alimentos ricos en nutrientes a base de plantas para la concreción de sistemas agroalimentarios más sostenibles. Posee un extenso y exitoso historial de coordinación y participación en proyectos que abordan la diversificación de cultivos, las cadenas de valor, la nutrición vegetal y los recursos genéticos.
“En el caso del frijol, por ejemplo, un estudio a cargo de mi grupo mostró que se produjo una pérdida de hierro a niveles bastante importante, de entre el 38 % y el 39 %. No obstante, esto sucedió únicamente en seis de las 18 variedades analizadas. Pero lo que ocurre es que los productores y los agricultores no siempre están atentos a estas cuestiones relacionadas con las variedades. Normalmente, la selección referente a qué plantar está relacionada con el rendimiento y con la resistencia a las plagas. Pero es importante que seamos también conscientes de que existen variedades más resilientes nutricionalmente que otras”, subrayó.
Aparte de los estudios sobre la variabilidad del frijol, la investigadora presentó resultados de investigaciones relacionadas con el cultivo y el valor nutricional de garbanzo, la lenteja, la arveja y el tomate.
Para la estudiosa, las leguminosas poseen un papel importante en el combate contra el cambio climático. “Las leguminosas son ‘fertilizadoras naturales’ del suelo y promotoras de biodiversidad. Promueven la diversificación de cultivos y cadenas de valor en diversos tipos de sistemas de producción, el agroforestal inclusive. Yo pienso que constituyen una gran oportunidad para Brasil, que es el mayor productor mundial de frijol”, dijo.
Cabe destacar que Portugal y Brasil tienen realidades completamente distintas. En Brasil, el arroz con frijoles constituye la base alimentaria de la población, y el país es el mayor productor de esta leguminosa en el mundo –un 20 % de los frijoles consumidos mundialmente se produce en Brasil–, al tiempo que, en 2021, la inseguridad alimentaria afectó a 77 millones de personas en el país.
“En Portugal, se importa el 73 % de los alimentos. No es común comer frijoles y en lo concerniente al consumo de carne, pescados y huevos, se verifica que la población consume el triple de lo que debería”, dijo Vasconcelos.
La científica abordó también lo que denomina como la paradoja de las leguminosas: “En Europa no queremos alimentos genéticamente modificados. Queremos disminuir el consumo de carne y aumentar el consumo de leguminosas. Sin embargo, las importamos [genéticamente modificadas] y las utilizamos en la alimentación animal”, se lamentó.
TRES EJES
A juicio de Vasconcelos, la estrategia con miras a producir alimentos nutritivos más allá de los cambios climáticos puede dividirse en tres ejes principales. Primeramente, aparece la cuestión relacionada con la naturaleza. Además de proteger y restaurar ecosistemas y transitar hacia las energías renovables, uno de los motores en tal sentido pasa por el consumo.
“Existe un concepto de homogeneidad de aquello que comemos. ¿Creen que nos alimentamos de una manera más o menos diversa que nuestros antepasados? No importa si estamos en Sao Paulo, en Lisboa o en Porto. Todos comemos los mismos alimentos y, lo que es peor, las mismas variedades de los mismos alimentos”, afirmó.
El segundo eje está relacionado con la innovación en la producción. “Hay que diversificar los cultivos, apostar a las prácticas agrícolas regenerativas. Estudiar la resistencia de las plantas a los estreses múltiples: a los efectos de la sequía y del aumento del CO2, por ejemplo. Y por supuesto, [invertir en] la digitalización”, puntualizó.
El último eje está asociado a un cambio en la alimentación. “Como consumidores debemos exigir alimentos más sostenibles, más locales y más diversificados, aparte de disminuir el consumo de las proteínas de origen animal mal producidas”, abogó… (Agencia FAPESP).