Parte I
Acción de amparo por los derechos humanos, acción de amparo por la libertad política, acción de amparo por la libertad de expresión, acción de amparo por la prensa libre, acción de amparo por nuestras libertades constitucionales, es el grito de miles de bolivianos, encabezados hoy por la acción de una mujer valiente, defensora inclaudicable de los derechos humanos, como una oda eterna a los activistas bolivianos y bolivianas a lo largo de nuestra historia, que siempre lucharon por la libertad y contra la opresión del abuso de poder y la tiranía de un solo partido político, cuyo ejemplo no es un modelo de estabilidad democrática en la región.
Ahora, Amparo Carvajal, una mujer de más de ochenta años, lucha por la recuperación de los derechos humanos en Bolivia, sin servicios básicos, usando pañales, contra viento y marea enfrenta sola y un grupo valiente de activistas, a un gobierno autoritario e indolente. Ella ostenta su soberanía sobre lo que le resta, es decir su cuerpo, lo que permite que el cuerpo-recurso de la activista, se muestre públicamente sufriente. Con su cuerpo y con su vida la activista busca que el gobierno ceda, y ese grupo de terroristas que ha tomado casi por 50 días la APDHB, libere la instalación tomada por la fuerza, característica criminal de los grupos de choque, que sustentan violentamente la toma del poder y de las instalaciones de esta casa de los derechos humanos, que tiene mucha historia en la construcción del proceso de democratización en nuestro país.
Es una pandilla que ha secuestrado el gobierno y la APDHB. Bolivia es víctima por los postulados de un partido político, de una segregación racial, cultural e ideológica. En Bolivia la promoción de los derechos humanos y el camino hacia la paz están cada vez más lejanos. En el país ni a su propio gobierno le interesa la defensa de los derechos humanos, mucho menos la democratización del país. Aquí solo es evidente la relación de dominación y de violencia ejercida por el partido político en el poder, a través de la maquinaria gubernamental y de los movimientos sociales antidemocráticos, donde los dirigentes de este gigantesco corporativismo político, controlan hasta el pensamiento disidente y ejecutan sus decisiones orgánicamente, incluso contra el desacuerdo abierto de todos los bolivianos. Su actuar no es más que muestra de delincuencia política.
Sin respetar la Constitución, pisoteando el libre desarrollo de la vida política del país, el MAS a través de comprar, cooptar y corromper a los sectores sociales y diferentes gremios del país, mediante la COB, desde hace más de 17 años está avasallando la institucionalidad del país. Ni qué decir de la corrupción en las empresas públicas, donde están involucrados, ministros y diferentes órdenes de gobierno en todo el país.