domingo, julio 7, 2024
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Hablemos de un posible fraude

Como olvidar el año 2019, cuando Evo Morales tuvo que renunciar a la presidencia por haber cometido fraude electoral. Es evidente que la forma en la que Morales planeó dicho fraude fue paupérrima, lo que lo llevó a ser descubierto. Irónicamente, en las elecciones siguientes el MAS obtuvo mayoría absoluta y Luis Arce fue elegido presidente del Estado. El camino a la elección fue muy largo y polémico, pues Jeanine Añez seguía postergando las fechas de los comicios y el Covid-19 azotaba a la población nacional. En teoría, se escogió el mes de octubre para que la población pueda votar sin mayores amenazas por parte de la pandemia.

Estados Unidos de igual forma tuvo elecciones ese año, empero éstas jamás se pospusieron y se llevaron a cabo en las fechas establecidas.

Lo interesante del caso es que la elección no fue del todo presencial, sino que se instauró el voto por correo para “proteger” a los votantes de la pandemia; esta modalidad fue muy utilizada y consiguió una tardanza nunca vista en la entrega de resultados electorales. Iré al grano, el voto por correo cambió totalmente la tendencia de los resultados electorales y le dio el acceso a la presidencia al senil Joe Biden. Más allá de que Biden sea uno de los peores presidentes de la historia de Estados Unidos, el responsable del tenso clima geopolítico mundial y el instrumento perfecto para el ascenso geopolítico de China; se debe recalcar que por la fe en el sistema electoral americano su elección fue legitima y justa. Es evidente que los sistemas judicial y electoral en Estados Unidos son transparentes e intachables, pero si hay algo que es seguro es que en política en nadie se puede confiar.

Biden ganó la elección porque la mayoría de los estados que emitieron su voto por correo eran demócratas, algo muy conveniente, lo alarmante no viene de esto, sino que el principal enemigo de Trump siempre fue la clase política tradicional americana, la cual ocupa los puestos de poder más importantes en dicho país. Es por eso que Trump siempre tuvo mucha oposición entre los mismos republicanos y por parte de los líderes más importantes de las instituciones norteamericanas. Trump fue un excelente presidente, redujo el desempleo en su país y lo impulsó para frenar el dominio económico chino, fue un gran diplomático, caracterizándose su gestión por mantener una paz mundial notable. Fue una presidencia intachable, salvo para muchos por la gestión del Covid-19 (de nuevo la problemática entre economía y salud, no emitiré mi opinión al respecto) y la forma de lidiar con el movimiento Black Lives Matter, que para mí fue exagerado por grupos de extrema izquierda y anarquistas. Estos eventos no deberían borrar lo que hizo en su presidencia y mucho menos comprometer su reelección, sin embargo, esto terminó siendo así.

Le pido al lector que imagine la siguiente situación, imagine que las elecciones de 2020 en Bolivia fueran presenciales y por correspondencia; Mesa va ganándole a Arce en el conteo presencial, sin embargo, Arce acaba ganando por el voto por correo. Sumado a esto, Mesa es enemigo de los jefes de las principales instituciones estatales y de la clase política tradicional, usted creería que las elecciones no fueron arregladas para que pierda Mesa. Evidentemente esto no pasó en Bolivia y si pasaba, todo el país hubiera entrado en una etapa de caos y movilizaciones.

Esta fue la situación a la que se enfrentó Trump y por la cual perdió, porque nadie dudó del resultado de las elecciones, esto por la credibilidad en le los sistemas electoral y judicial y por el desinterés general de la gente (el americano promedio es desinteresado por temas políticos). Trump nunca fue aceptado por el sistema tradicional americano, ya que sus políticas eran reformistas y amenazaban los cimientos tradicionales de la política americana. Si todo sale bien, Trump volverá al poder en enero de 2025, obteniendo así su tan ansiada revancha electoral.

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