viernes, julio 26, 2024
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Neurociencia y su relación con la educación

Ubaldo Artime Quispe Salas

La Neurociencia es conocida como el estudio profundo del sistema nervioso, desde todas sus facetas de expresión y de existencia. Este ha sido un tema innovador para comprender el fenómeno educativo y sus actores primordiales: docentes y estudiantes. El origen de dicha ciencia del nuevo siglo, se remonta al Siglo XVIII, específicamente a 1791, cuando Luigi Galvani descubrió actividad eléctrica en los músculos y esto permitió comprender otros fenómenos relacionados con el sistema nervioso animal y, más tarde, humano. No obstante, ya desde los años 70 del siglo pasado tuvo presencia concreta en el día a día de los descubrimientos más profundos de la biología humana, gracias a los estudios comparativos de Bernard Katz sobre la relación de consumo de vitaminas y desempeño de las mismas en los neurotransmisores, elementos que ayudan de manera directa al desempeño mental, físico y psicológico de una persona.
Si bien la historia de la Neurociencia tiene que ver con los avances continuos en la medicina y la anatomía, también se comprende que tiene estrecha relación con el aprendizaje. Es decir, con el fenómeno educativo; no obstante, hay que profundizar un poco sobre este acápite para seguir.
Las cuatro principales ramas de la Neurociencia, para Bueno (2019), son la cognitiva, la afectiva o emocional, la social y la educacional; cada una de estas ramas está estrechamente vinculada con el resto y viceversa, porque el ser humano también puede memorizar emociones, racionalizarlas, adaptarlas para un ambiente social o aprovecharlas para establecer estrategias de enseñanza y aprendizaje. Por ello es relativamente paralela cada área, y si una investigación se centra en el área cognitiva del sistema nervioso, obviamente tendrá resultados o consecuencias en las demás áreas.
Para Salazar (2016), las emociones son las reguladores de todas las otras áreas. No se puede aprender, socializar ni memorizar sin la estabilidad de las emociones, que mantienen los números altos de los neurotransmisores, los cuales establecen la hermenéutica del sistema nervioso con el entorno real y simbólico que lo rodea.
El problema es que en Bolivia, la educación emocional o afectiva, que es parte de la rama de las emociones dentro de la Neurociencia, es casi un mito en nuestra realidad. Javier Reyes (2005) asevera que hay un analfabetismo emocional en las aulas y espacios de aprendizaje de la educación regular, la educación alternativa y la educación popular, porque no son aceptadas las emociones como parte del aprendizaje. No obstante, los estudios de Howard Gardner (1986) en los años 80 del siglo pasado, confirman que las emociones fortalecen no solo la conectividad de las neuronas, sino también el factor de la socialización, la memoria, y también despiertan otras reacciones racionalizadas, como la empatía, la dicha, la solidaridad, el deseo de compartir ideas, resolver problemas, etc.
¿Cómo alfabetizar las emociones? La intelectualización de la educación, según Lorenz (1978), establece el problema primordial: lo que se aprende debería estar en contacto permanente con lo que se siente (emociones) y lo que se percibe (sensaciones).
No obstante, la educación formal regular en Bolivia tiene estos temas como nuevos y arduos retos.

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