lunes, julio 8, 2024
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La oposición en Bolivia

La oposición es considerada algo básico y esencial de los regímenes democráticos: Interfiere, retrasa, obstruye, tiene control parlamentario, modifica o, finalmente, congela las leyes.
Sin embargo, en Bolivia, es como si no existiera, no hay causas ni efectos que se le puedan adjudicar, es simple protesta y queja, su rol es tan sombrío, su aspecto desemejado.
Las cámaras de senadores y diputados de nuestro país no necesitan del voto de la oposición para aprobar las normas, y el Poder Ejecutivo hace lo que necesita y conviene. Por tanto, es cuestionable decir que existe oposición legislativa.
La única Gobernación que no controla el gobierno es la de Santa Cruz, su Asamblea Departamental (sin llegar a ser oposición) discrepa y resiste algunos embistes y discriminación del gobierno, eso sí, se llevó preso a su gobernador.
Es oportuno recordar la desafortunada arrogancia y desplante de un prefecto que apoyó el referéndum del año dos mil ocho, con cuyo resultado cambiaron dos prefecturas; los perdedores salieron al exilio, disolviéndose una oposición que tenía en jaque al gobierno, quedando reminiscencias de lo que llegó a ser la “media luna”.
En las elecciones que siguieron, muy ufanos, los jefes políticos recontaron sus brigadas, que aparte de ser ideológicamente esmirriadas, jugaron a la libertad de conciencia, con pactos de tránsfugo, traicionando sus siglas.
La historia de la oposición parlamentaria es más bien tortuosa, por incuria propia, inclinada a la autodestrucción. Además, la acción policial y judicial para encarcelar líderes políticos, algunos en el exilio, otros perseguidos, o en el anonimato, completa la serie de oprobio al opositor.
De vez en cuando surge la voz, o la declaración escrita de algún disidente, sin mayor efecto que un flash, en la penumbra del anémico antagonismo. De vez en cuando también, la declaración de algún jefe de partido político, diciendo lo que ya se conoce, y luego se esfuma, dejando vivo testimonio de que existe la libertad de expresión.
La oposición parlamentaria dentro de un sistema multipartidario, que caracteriza a Bolivia, como a la mayoría se los países de Latinoamérica; establece que los resultados de la primera vuelta determinan la composición del legislativo, «ganaremos en segunda vuelta» se escucha decir, el riesgo es tener el parlamento en contra. Caprichosa, ensimismada, engreída e inmersa en su propio encanto, esa clase de oposición no sirve, se quedará a medio camino en su intento de ser gobierno.
La voz del gobernador, preso en Chonchocoro, más parece una invocación para alentar a que la oposición se junte, que replantee sus propósitos, defina su línea política, vea la perspectiva de consolidarse. El gobernador está convencido de que, si hubiera oposición política organizada, él no estaría preso.
La situación pasará por la decisión de los jefes de partidos y agrupaciones, por ellos pasará si deciden conformar coaliciones u optan por un frente único: tan variopinto es el sentimentalismo, la egomania, la susceptibilidad de cinco o seis voluntades, que la concertación quedará en manos de esos cuantos. Pasará también por los parámetros de negociación para la repartija de parlamentarios, ¿construir oposición es fácil?
La irrupción de nuevos frentes y agrupaciones hace más compleja la coyuntura, la mesa de comensales es más amplia, hay más intereses que sumar a la repartija. Políticos de experiencia incluirán, en la agenda de análisis, el futuro de las gobernaciones y las alcaldías.
Así que, construir alianzas o hacer un frente único, tiene aristas de ser arduo y complejo. Esperaremos a ver qué mensajes trae consigo el tiempo.

El autor es Periodista.

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