La población mundial llegó a la fantástica cantidad de 8.000 millones de habitantes, cinco veces más que hace 70 años, según información de Naciones Unidas. Sin embargo, alrededor de mil millones de personas padecen de hambre y en algunas regiones se producen hambrunas, epidemias y pandemias por la carencia de defensas orgánicas.
La información destaca que la gente se alimenta mal, con productos más caros y de mala calidad, los medicamentos son costosos y la atención médica es cada vez más difícil y cara. Para agravar esa situación, la población mayor, que tiende a crecer, carece de alimentos, mientras las superficies de tierra apta para la agricultura cada vez son menos. La tecnología ya no es suficiente y se debe recurrir a compuestos químicos para aumentar la productividad de los suelos. Por otro lado, aumentan las sequías y los desastres ecológicos. Ya no existen los viejos sistemas que mantenían bajos índices de número de habitantes. Es, pues, notable, el aumento de la población mundial y, al mismo tiempo, la escasez de alimentos.
Hace mediados del siglo pasado, el científico boliviano Martín Cárdenas apreció esa situación. Destacó que en ese tiempo la población llegaba a cerca de 2 mil millones y cuando alcance la cifra de 5 mil millones, la humanidad estaría al borde de una catástrofe. Destacó en una conferencia que cada familia debía tener por lo menos dos hectáreas cultivables, a fin de tener los alimentos necesarios para vivir.
Mientras eso sucede a nivel mundial, la situación aquí no deja de ser peor. Es más, en Bolivia los gobiernos hacen todo lo posible para agravar ese estado de cosas, es decir impulsan el crecimiento de la población y el abandono de la agricultura y la erosión de los suelos. Paralelamente, se destruye la agricultura, se motiva a los campesinos a dejar la tierra, se fomenta la migración campo-ciudad, se induce a la gente a consumir artículos extranjeros y de contrabando. A la par el gobierno importa en grandes cantidades productos, entrando en competencia y matando a la agricultura nacional.
En cuanto al crecimiento de la población, se puede decir que es elevado. En 1959, la población boliviana era de 3 millones de habitantes y ahora ha llegado a 11 millones. Para peor, antes de 1950, la población rural era el 70 por ciento del total y 30 por ciento urbana, realidad que ha cambiado y al presente es al revés.
Se agrega un dato poco menos que espeluznante, en 1952, la producción de alimentos nacionales abastecía a tres millones de personas. Desde entonces, esa producción disminuyó en el 50 por ciento. Es más, la producción no ha aumentado, pero la población consumidora se ha triplicado. Peor aún, reiteramos, muchos alimentos son importados, varios de baja calidad, pero de altos precios. Lo peor es que no hay políticas agrarias que cambien esta gravísima situación.
Crece la población, pero hay menos alimentos
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