martes, julio 30, 2024
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La calumnia en política

La calumnia proviene de tiempos bíblicos. El taumaturgo que hizo prodigiosos milagros fue calumniado, torturado y crucificado, por sus propios coterráneos. Manejaron la calumnia para descalificarlo. Decían que “demonios tiene, y está fuera de sí” (1). Nadie es profeta en su tierra.
En consecuencia: la calumnia es parte del subterfugio e idiosincrasia política de todo tiempo. Es un instrumento para poner zancadillas al adversario. Para sojuzgar a los contestatarios o tender cortinas para distraer. Posiblemente es un mal necesario, para sobrevivir en las lides respectivas. Lo han practicado derechistas e izquierdistas, militares y civiles, sin rubor. Inclusive quienes se preciaban de líderes.
La calumnia es común en el quehacer político. Nadie se ha librado de la lengua viperina. Proliferaron, además, quienes se han entregado a esa ruin tarea. Al cumplir con sus nefastos afanes, se sintieron realizados. Se rieron, para el colmo de males, de quienes resultaron lastimados por esa actitud. Siniestros e inescrupulosos, no tuvieron miedo al veredicto de la historia.
La calumnia ha lesionado la honorabilidad de personalidades y renombradas instituciones, en dictadura y democracia. Ha desgastado los lineamientos gubernamentales. Ha devaluado discursos. Ha devastado la imagen de muchos caudillos. E hizo perder credibilidad al país, ante la comunidad internacional. Lo hizo sin pruebas objetivas, fundada en la subjetividad. Lanzó veneno, contra diestra y siniestra. “Pues lo que domina en nuestros anales es lo episódico, lo circunstancial, lo subjetivo, en suma, sin aparecer casi nunca lo real y constructivo, la continuidad del esfuerzo creador o la circunspección doctrinaria siquiera” (2), escribió el controvertido autor de “Pueblo Enfermo”.
Los políticos, sin distinción de ideologías, jamás se apartaron de las calumnias. Ni los más perspicaces. Se condujeron enceguecidos, en consonancia con sus intereses mezquinos. Es que con esas bajezas surgieron, crecieron y se sintieron ganadores. Increíble, pero cierto. Hasta encarcelaron, valiéndose de la calumnia, a quienes pensaban diferente. A quienes sustentaban la verdad histórica. Pruebas al respecto abundan, en política nacional.
Hoy Bolivia requiere señales de transparencia y responsabilidad, para avanzar, libre de versiones antojadizas, hacia un futuro promisorio. Libre de subjetividades que confunden y desorientan. En ese marco se logrará generar paz y entendimiento, para encarar la difícil, pero histórica tarea de reconstrucción nacional, que tanto se anhela. Con unidad y solidaridad, además, para abordar acciones comunes, ahora más que nunca.
En suma: la calumnia ha empañado la imagen no solo de quienes están inmersos en la actividad política, sino, fundamentalmente, del país, en el contexto regional y mundial. Habría que trabajar, deponiendo acciones mezquinas, para reducirla. Ojalá así sea.

NOTAS
(1) S. Juan: 10.20.
(2) Alcides Arguedas: “Los caudillos letrados, 1828 – 1848”. Sobs. de López Robert y C., Barcelona – España, 1923. Pág. VI.

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