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El tiempo y la postmodernidad

El estudio del tiempo ha generado un amplio debate a lo largo de la historia de la humanidad. Desde los antiguos griegos hasta los filósofos contemporáneos, se ha explorado la naturaleza y la percepción del tiempo. Sin embargo, en la era postmoderna, la noción del tiempo ha experimentado cambios significativos que han llevado a la pérdida de su comprensión tradicional y, a la vez, ha generado una falsa apreciación de que el tiempo “corre” más rápido que en otrora.
Es importante señalar que la era postmoderna se caracteriza por la fragmentación, la diversidad y la rápida evolución de la tecnología. Estos factores han influido en nuestra capacidad para percibir el tiempo de una manera lineal y estructurada. En lugar de seguir una secuencia ordenada de eventos, la sociedad postmoderna se encuentra inmersa en un flujo caótico de información, lo que ha resultado en la pérdida de una noción clara del tiempo. Ya no se percibe el tiempo de forma coherente y ordenada, por el contrario, se lo divisa en pequeños espacios de problemas que necesitan de una rápida solución; una vez solucionado se pasa a otro espacio pequeño con su problema a resolver. Es por ello que la percepción del curso del tiempo ha venido variando en los últimos años; no existe un común denominador que logre anclar el tiempo a una determinada realidad, ahora se tiene múltiples realidades que hacen parecer que los minutos y las horas son cada vez más cortos.
Sumado a esto, la cultura postmoderna viene marcada por una obsesión con el presente y la inmediatez. La era de la información y las redes sociales han creado una mentalidad de gratificación instantánea, donde la atención se centra en el aquí y ahora. Como resultado el pasado y el futuro han sido relegados a un segundo plano, generando una falta de apreciación y comprensión del tiempo en su totalidad. La idea de trascendencia ya no es importante, la gratificación de los placeres y de las múltiples percepciones de la realidad y del “yo” requieren de una inmediatez casi adictiva, por ende, la idea de la trascendencia resulta poco atractiva.
De igual modo, los avances científicos y los descubrimientos tecnológicos han llevado a debates sobre la naturaleza del tiempo y su relación con el espacio. En este sentido, la física cuántica ha cuestionado la concepción clásica del tiempo como una línea recta, introduciendo la noción de la relatividad temporal y los agujeros de gusano. Estos conceptos desafían nuestra comprensión convencional del tiempo y contribuyen a la pérdida de una percepción lineal y coherente del mismo. Estos estudios y avances tecnológicos, si bien descolocan nuestra comprensión del espacio-tiempo, son necesarios. Lo que sí genera una pérdida de la noción de trascendencia son las noticias falsas sobre el tema, desembocando en una repentina falta de interés por una vida a largo plazo.
La literatura también ha abordado la problemática de la pérdida de noción del tiempo en la era postmoderna. Autores como Samuel Beckett (1906-1989) y Roberto Bolaño (1953-2003) han explorado el tema en sus obras, representando personajes atrapados en una existencia carente de un sentido cronológico claro. Estas narrativas fragmentadas y desordenadas reflejan la experiencia postmoderna de la temporalidad. La nueva literatura carece de una narrativa temporal, son comunes los saltos de tiempo en sus personajes. Las llamadas novelas gráficas son claro ejemplo de ello, donde la interacción del personaje con el lector queda reducida a un simple sentimentalismo carente de tiempo y más aún de reflexión.
En este contexto, la teoría de la posmodernidad de Jean-François Lyotard (1924-1998) menciona cómo la sociedad postmoderna ha dejado de lado la noción de una meta-narrativa, una historia totalizadora y unificadora. Esto implica que cada individuo se encuentra en un juego de lenguaje específico y particular donde cada uno tiene su propia noción del tiempo y del mundo. Es por ello que incluso la idea de un Dios organizador y dador del tiempo queda excluida. Dios ya no es necesario, pues exige demasiado tiempo, y en una sociedad donde el tiempo termina siendo “escaso”, Dios resulta innecesario.
Como resultado de todo lo expuesto, la percepción del tiempo se ha vuelto caótica y confusa, generando una sociedad inmersa en un presente dominado por la gratificación instantánea. La postmodernidad viene dejando de lado la idea de la trascendencia y la relevancia de Dios, se prefiere la inmediatez y el no pensar, pues pensar también se convierte en un problema, ya que requiere de tiempo, y para la postmodernidad, el tiempo es escaso.

El autor es teólogo, escritor y educador.

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