jueves, julio 25, 2024
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“La Salvadora de Patiño… Un nuevo enfoque”

José Luis Urdininea Melgar

 

Con este sugestivo título, que motiva el interés de la ciudadanía  sobre uno de los personajes controvertidos de la historia de Bolivia, Simón I. Patiño, el autor, Ing. Civil Daniel  Arturo Oropeza Echeverría, ha presentado, en la reciente clausurada Feria del Libro de la ínclita La Paz, en una triple versión su libro:  en castellano, por ser uno de los idiomas oficiales del país; en quechua, como un homenaje a las poblaciones de este origen, trabajadores mineros de tradición y en inglés, porque en los espacios donde Patiño tuvo su desempeño como funcionario internacional predomina el uso de esta lengua. Y, aunque parece inverosímil, en las actuales explotaciones mineras de cooperativistas en la zona continúan funcionando maquinarias alemanas y suizas, después de más de 100 años de uso, importadas por Patiño para modernizar las actividades de extracción, transporte de minerales de boca de mina a planta concentradora en Miraflores (Catavi), motores  a diésel para producir electricidad y otros usos en interior mina  para lograr barrilla o concentrado de estaño, competitivos en precio, con un porcentaje de ley y otros componentes metálicos, adecuados a las exigencias de las plantas refinadoras y productoras de metal de Inglaterra y USA. Y porque, con la financiación del  Banco Inglés y Sudamericano, que supo mantener en reserva total la operación y la lealtad y fidelidad de funcionarios bolivianos de su máxima confianza, pudo organizar y ejecutar en el lapso de diez años,  la compra accionaria de las tres cuartas partes de la Cía. Minera LLallagua, empresa chilena que cotizaba sus acciones en las Bolsas de Valores de Santiago y Valparaíso, dueña del principal yacimiento estañífero de Bolivia, por compra al minero boliviano Pastor Sainz,  y competencia directa en sus actividades, administrado, modernizado y dirigido técnicamente por personal de esa nacionalidad. Banca inglesa que ya, anteriormente, le había financiado la compra de la Compañía Minera de Uncía del empresario francés Minchin, yacimiento también pretendido por la empresa chilena.

La jugada financiera bursátil de compra de la mayoría de acciones de la Compañía Estañífera LLallagua fue ejecutada con tal perfección y hermetismo, que los accionistas quedaron sorprendidos cuando él se presentó en la Junta de Accionistas en Santiago de Chile, en abril del año 1924 y dijo: “señores accionistas, soy propietario de las dos terceras partes del accionariado emitido por la compañía en 1906 y me corresponde la presidencia de la Junta de Accionistas”.

El homenaje en su versión inglesa, también es el reconocimiento al trabajo encomiable de ingenieros y consultores extranjeros que coadyuvaron al éxito y crecimiento del emprendimiento de Patiño, cuando él, debido a su expansión empresarial, necesitaba estos servicios para compras sucesivas, que no tenían las vetas y riqueza de su inicial emprendimiento en La Salvadora, donde no existieron estudios geológicos, filonianos  ni nada por el estilo, que justificaran su inquebrantable decisión y fe para explotarla bajo su total riesgo.

Para juzgar la actuación de Patiño y su relacionamiento con el estado de Bolivia, su país de nacimiento, y un análisis con el mínimo de ecuanimidad e imparcialidad, sus acciones como la internacionalización de su empresa en USA, como Patiño Mines And Enterprise Consolidated,  compra de la concentradora de minerales y productora de metales inglesa Willians Harvey en Liverpool y un paquete importante de acciones en Caaper Pass, compañía americana procesadora de minerales y también productora de metales en Texas, USA, así como su importante participación accionaria en yacimientos mineros de estaño aluvial  de lavadero en Malasia y, por tanto, con precios de costo más bajos que los de la minería estañífera boliviana, filoniana en socavones subterráneos. Toda esta serie de acciones denotan en Patiño una visión empresarial mundial que actualmente se llamaría integración vertical perfecta –extracción, concentración primaria y transporte nacional local; refinación externa, control y luego absorción por compra de productores más competitivos– por precio –fundación del Banco Mercantil con sede principal en Oruro en 1906– y presencia en la Bolsa de Metales que funcionaba en Londres.

¿Fueron todo este conjunto de acciones perfectamente concebidas y ejecutadas por su inteligencia natural –no cultivada, pues apenas era un bachiller– y su pensamiento y visión más allá de su época? Debemos pensar que, seguramente recibió en su constantes viajes y contactos con funcionarios y banqueros internacionales ideas  que le hicieron percibir que, si no adoptaba y ponía en práctica estas visiones empresariales, se quedaría como un jugador de las ligas menores en un negocio con una gran perspectiva de crecer desmesuradamente con la irrupción y desarrollo de la revolución industrial en Inglaterra y USA, la ampliación permanente de los usos del estaño en conservación de alimentos, componente importante en aleaciones con metales tradicionales para la fabricación de máquinas y herramientas, componente en la fabricación de armas,  etc., las que lo llevaron al convencimiento de que él tenía el potencial de crecer y no solamente jugar en ligas menores sino en las grandes ligas. ¿Sería su sueño? Solo así se explica lo que hizo. Coincidió este panorama con el derrumbe de la economía de la plata — competidores más eficientes, caída de la ley del mineral y precios ya no competitivos– que había sido el sostén principal de la economía boliviana.

Su decisión,  complementaria a su producción estañífera, fue construir con su propio peculio, mediante autorización del gobierno nacional,  la línea férrea Uncía – Huanuni – Machacamarca,  con una extensión de 96 kilómetros para su propio servicio y el uso de muchos mineros chicos de la zona que tomaron esta iniciativa privada como una bendición, pues eliminaba el obsoleto, lento, ineficaz y oneroso transporte de sus barrilla de estaño a lomo de recuas de llamas y burros –siempre escasas– hasta la ciudad de Oruro, desde  donde procedía a llegar a puerto chileno vía ferrocarril que funcionaba desde 1892, inaugurado por el presidente Aniceto Arce, también minero.

¿Patiño fue un predestinado de la fortuna?

La concesión minera “La Salvadora”, denominada así con este premonitorio nombre por su primer dueñom el Sr. Honorato Blacutt en 1892, fue abandonada por ser improductiva. En abril de 1894, su segundo dueño, el Sr. Miguel Olivares o David Olivares, la tramitó a su nombre y por la misma razón, la vendió a Sergio Oporto por la suma de US$ 300.-

La “Salvadora” no salvó ni a los dos primeros dueños ni al tercero en su asociación con Patiño, cuando fungió como sociedad compartida Oporto-Patiño, donde la fortuna también  les fue esquiva, vendiéndola a Simón I. Patiño por la suma de US$ 2.000.- , con deudas, juicios por la propiedad de las pertenencias y otras dificultades, tales como, recién enterarse, que Oporto ya, anteladamente, había vendido el l0% a su hermano y que éste  había vendido su participación  a los Hermanos Fricke de Oruro, justamente la empresa donde Patiño había sido empleado de mostrador y atendía el despacho de materiales e insumos productivos  a los pequeños mineros, con crédito limitado, contra entrega de futura barrilla de estaño, trabajo que le permitió conocer a Sergio Oporto.

Tomada esta decisión de compra, renunció en la empresa de los hermanos Fricke y se trasladó a Uncía, instalando un precario campamento en las alturas de la boca de la mina Juan del Valle, en su concesión,  donde contó con la leal cooperación de un paisano suyo, cochabambino, Menéndez, que fungió como capataz de la mina, mientras él era transportador del producto a los hermanos Fricke, comprador y pagador de los insumos y herramientas necesarios para la explotación de la mina, etc. , tramitador y defensor de los juicios. En estas circunstancias, recibe el espaldarazo anímico y económico de su esposa, doña Albina Rodríguez, que vendiendo sus joyas de matrimonio aporta un dinero y se traslada al campamento con sus cuatro hijos para vivir con él.

Su prueba de fuego fue sostener a punta de bala la pretendida toma de la mina por el francés Artigue que, mediante triquiñuelas jurídicas, había obtenido un supuesto derecho propietario de la concesión. Pretendió tomar la mina con sicarios, pero, frente a la valerosa defensa de su concesión por Patiño y sus trabajadores, puso pies en polvorosa.

Pero… la fortuna no llegaba, pese al denodado esfuerzo de sus trabajadores de interior mina y seguían persiguiéndolo la acumulación de cuentas por pagar, sueldos y jornales devengados no pagados, etc., más los gastos judiciales de los juicios.

Hasta que, finalmente, recibe la noticia de interior mina de que han encontrado un mineral raro, brillante y que sus mineros no saben qué metal es. Envía las muestras a Oruro, rogando mentalmente que no sea plata y que sea estaño.  Recibe el resultado de los análisis metalúrgicos efectuados en Oruro que le confirman la soñada presunción de que es estaño y con una ley excepcional del 64% y riquísimas vetas de un ancho y profundidad increíbles.  La fortuna le llega después de años de miseria, penurias y angustias. Sanea la situación económica financiera de su empresa, reorganiza y moderniza la mina y empieza a ejecutar sus ambiciosos planes y en 1899 recibe, finalmente, la certificación de propiedad de la concesión minera a su nombre.

La fortuna, que había sido tan esquiva para otros y con él mismo cuando estaba asociado a Oporto, le había llegado a él y realmente era “Su salvadora”, ¿predestinación?

 

Patiño y su conducta con Bolivia en la Guerra del Chaco, Campo Vía y Villamontes

Después del desastroso contraste del ejército boliviano en Campo Vía, donde cayeron presos alrededor de 8.000 soldados bolivianos con todo su equipamiento militar, pese a la bizarría y coraje del Regimiento Lanza que con sus 750 hombres perdió más de la mitad de sus efectivos, rompiendo el cerco paraguayo.

Bolivia no estaba en las mínimas condiciones de armamento y municiones para sostener su defensa en la batalla de Villamontes, pero, ahí intervino el patriotismo y generosidad de Patiño. Compró con su propio peculio el armamento necesario del perdido en Campo Vía y logró, mediante sus contactos internacionales, el desvío hacia Bolivia de un armamento ya fabricado que estaba a punto de ser despachado a otro país. Bolivia, lo recibió a algo más de un mes del desastre de Campo Vía y había logrado, mediante esta acción de Patiño, recuperar las posibilidades de encarar su defensa exitosa en Villamontes.

Patiño, hombre visionario, y afortunado minero empírico, quiso liberar a Bolivia de su sojuzgamiento y dependencia de puertos chilenos –cedidos luego de la invasión y Guerra del Pacífico–  y peruanos, indispensables para su comercio de exportación e importación y pidió autorización al gobierno para construir un ferrocarril –por su cuenta y riesgo– desde Cochabamba a Chimoré y conectar con las vías fluviales bolivianas hasta llegar al  río Madera o Madeira en Brasil para acceder por el Amazonas al océano Atlántico norte. Esta Solicitud, que tenía una visión geoestratégica, le fue negada con el deleznable argumento de que si, con la minería ya había conseguido un poder muy grande, éste se acrecentaría con el ferrocarril y los derechos que exigía sobre amplias zonas territoriales para su colonización.

Pero lo que pinta de cuerpo entero a Patiño en relación a Bolivia, es su repuesta a una carta del presidente Germán Busch, héroe de la guerra del Chaco, en relación a una carta que el segundo le dirige sobre sus propósitos y objetivos en el poder. Patiño, responde al presidente Busch con singular comprensión de los problemas actuales y futuros de Bolivia, particularmente con la República de Chile. Ambos documentos están expuestos integralmente de la pág. 160 a 177 del libro.

Estos son algunos de los hechos relatados y analizados y es una limitada muestra del acucioso trabajo del autor que, con una agradable y cuidada prosa, nos lleva a conocer y juzgar las acciones y conducta de Patiño, en su tiempo histórico, en relación a Bolivia.

El escritor, Arturo Daniel Oropeza Chavarría, que ya antes nos había sorprendido gratamente con su posición y amplísimo conocimiento de otro de los temas cruciales para Bolivia, en su siempre escabroso y conflictivo relacionamiento con la república de Chile en el tema de las aguas del Silala, lastimosamente resuelto, una vez más, por la timorata justicia internacional, como en el tema marítimo, en favor de Chile, país invasor y apropiador de territorio y recursos naturales ajenos.

Corresponde a los ciudadanos bolivianos, universidades, centros de cultura, institutos castrenses y militares poner en evidencia la excelencia de este trabajo hecho con amor y pasión y admiración hacía un personaje boliviano vilipendiado por inquina política y comprar y poner en circulación y análisis esta importante obra con que nos ha enriquecido el investigador.

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