Julia Moióli
El contexto ambiental cumple un rol fundamental en la compulsión al consumo de drogas adictivas, y funciona como una especie de gatillo, según lo revela un estudio de investigadores vinculados a tres instituciones brasileñas (la Universidad Federal de Sao Paulo – Unifesp, la Universidad Federal de Espírito Santo – Ufes, y la Universidad Estadual de Santa Cruz – UESC) y a la Universidad de Bristol, en Inglaterra. El grupo de científicos analizó la conducta y las estructuras cerebrales implicadas en el proceso de dependencia de la cocaína en un modelo animal. Y los resultados salieron publicados en la revista Biomedicines.
“Fue sorprendente ver la fuerza del ambiente interfiriendo en el contexto de la dependencia, algo que, de acuerdo con la literatura científica, sucede con diversas drogas con potencial de consumo adictivo, lícitas e ilícitas, tales como el alcohol y los opiáceos”, dice Beatriz Monteiro Longo, docente de neurofisiología de la Unifesp y coordinadora del referido trabajo.
Este estudio contó con el apoyo de la FAPESP en el marco de dos proyectos (2022/10520-0 y 2022/00249-8). El mismo comprendió la realización de un seguimiento de ratonas (seleccionadas debido a su mayor susceptibilidad a las drogas y por su respuesta conductual rápida, de acuerdo con lo que figura afianzado en la literatura) en dos experimentos que comprendían la aplicación de inyecciones de cocaína tanto en las jaulas en donde los animales pasaban la mayor parte del tiempo como en un sitio neutro al que los científicos denominaron campo abierto.
Los dos experimentos siguieron la misma rutina. Inicialmente se concretó una fase de preparación, en la cual todos los animales fueron llevados durante diez minutos y por tres días consecutivos a campo abierto para que se habituaran. Al final, se les midió su actividad locomotora basal y luego los roedores quedaron distribuidos en tres grupos.
A los animales del grupo que funcionó como control se les aplicó únicamente una solución salina dentro de las jaulas en donde habitaban, cinco minutos antes de transportárselos a campo abierto, en donde permanecieron durante diez minutos. Pasado ese lapso de tiempo, regresaron a sus jaulas, en donde dos horas más tarde se les aplicó nuevamente la solución salina. En tanto, a los roedores del segundo grupo se les aplicó una primera inyección de cocaína durante su permanencia a campo abierto y, al cabo de dos horas, recibieron una segunda inyección en sus jaulas, pero de la solución salina. A los del tercer grupo se les aplicó la primera inyección de solución salina en campo abierto y la segunda inyección de cocaína en sus jaulas. Es decir que los dos grupos a los que se les aplicó cocaína tuvieron el mismo historial farmacológico (se les inyectó la misma droga en las mismas dosis), pero un grupo asociaba los efectos psicoestimulantes de la cocaína con el ambiente (el campo abierto) y el otro no.
La intervención se concretó cada dos días durante dos semanas, tiempo suficiente para el desarrollo de la adicción, que se observada en una respuesta conductual progresiva y persistente de hiperlocomoción.
En el primer experimento, la actividad locomotora de los animales volvió a evaluarse al último día de tratamiento. El grupo al que se le aplicó cocaína en forma apareada al campo abierto exhibió un incremento significativo de la actividad locomotora cuando se lo comparó con el grupo de control y consigo mismo el primer día de aplicación de las inyecciones.
En el segundo experimento, luego de todo el procedimiento, los roedores fueron mantenidos durante diez días en sus jaulas sin aplicárseles sustancias para luego sí desafiárselos con cocaína y, acto seguido, exponérselos a campo abierto durante diez minutos.
Tal como era de esperarse, los dos grupos a los que se les había aplicado la droga exhibieron un aumento de la actividad locomotora. Pero en el grupo al que se le inyectó cocaína en campo abierto, el movimiento fue aún más intenso. Según los investigadores, esta agitación retrata el efecto farmacológico de la droga, que se suma al efecto del ambiente durante la fase de expresión de la dependencia, que mimetizaría la compulsión al consumo de la droga en humanos cuando la adicción ya se ha establecido.
“Para entender qué significa esto en los seres humanos, basta pensar en aquella persona que siempre bebe en un determinado bar y, cuando pasa delante del mismo, inmediatamente siente ganas de entrar y tomarse una cerveza”, ejemplifica Monteiro Longo.
QUÉ SUCEDE EN EL CEREBRO
Para seguir de cerca el funcionamiento de cada etapa del desarrollo de la dependencia, aparte de la conducta, los científicos analizaron las diferentes estructuras encefálicas de los animales de los tres grupos mediante la cuantificación de la proteína c-Fos, que hace las veces de marcador de la actividad neuronal y regulador intracelular de las alteraciones causadas por la cocaína. Para ello emplearon una innovadora metodología de análisis cuantitativo de imágenes 3D conocida como estereología. Los investigadores constataron la activación de áreas límbicas relacionadas con el control de las emociones y las conductas.
“Observamos también que las áreas cerebrales con incremento de actividad son distintas al pasar de una fase a otra: en la primera [la fase de la inducción], todas las áreas del sistema límbico investigadas [la corteza prefrontal dorsomedial, el núcleo accumbens core, la amígdala basolateral y el área tegmental ventral] se encontraban más activadas, lo que demuestra que esas estructuras serían importantes para el desarrollo de la dependencia. En tanto, en la expresión de la dependencia [la adicción establecida], algunas no aparecían expresadas”, dice Renan Santos-Baldaia, doctor en farmacología, docente de la Universidade Nove de Julho (Uninove) en Brasil y primer autor del estudio. Este fue el caso del área tegmental ventral, importante para la liberación de dopamina, un neurotransmisor relacionado con el sistema de recompensa del cerebro, lo cual sugiere que las áreas analizadas participan de manera distinta en ambas fases.
TRATAMIENTO Y POLÍTICAS PÚBLICAS
Los resultados de este estudio ayudan a apuntar posibles caminos en el tratamiento de la drogodependencia. “Por cuenta de su complejidad, que comprende innumerables estructuras encefálicas, y del impacto proveniente del ambiente, quizá no constituya la mejor alternativa modularlas solo farmacológicamente: tal vez sea incluso más factible actuar en el ambiente”, estima Santos-Baldaia.
“Asimismo, a sabiendas de que el ambiente tiene tamaña influencia sobre la adicción, ¿sería la mejor opción para un drogadicto aislarlo de la sociedad en una clínica de rehabilitación, lo que lo saca del contexto, pero que conlleva una chance muy grande de recaer al regresar al ambiente anterior? ¿No sería mejor reemplazar de alguna manera el placer farmacológico?”.
En tal caso, este estudio constituye una advertencia importante acerca de la necesidad de implementar políticas públicas que transformen ambientes sin oportunidades culturales y de recreación, como las periferias urbanas, por ejemplo, para que el placer farmacológico no se erija como la única opción… (Agencia FAPESP).