Pablo Mollo Lipa
La realidad que vivimos hoy es el fruto de costumbres que han influido en nuestra vida, lamentablemente son vivencias negativas que nos han marcado como tatuajes que no podemos borrar y que se mantienen como señal de que estamos destinados a vivir en el fracaso en el ámbito educativo, social, económico y político.
Cambiar la realidad educativa implica un proceso de aprovechamiento y dependerá de la información que procesamos cada día, del enfoque que damos a nuestra vida. Debemos recoger las enseñanzas dejadas por experiencias negativas, como un auto-aprendizaje para no repetir errores y recoger, sobre todo, las vivencias positivas.
El reto está en mentalizarnos positivamente. Si nosotros nos focalizamos en una aspiración o meta personal y la mantenemos en nuestra mente, entonces ese pensamiento positivo se transmitirá a cada molécula de nuestro cuerpo y se translucirá en nuestro entorno externo.
En este contexto, la participación de las familias en decisiones sobre el currículo o la organización escolar debe ser relevante, y no solo considerarla para tareas extraescolares. Educar no es tarea fácil, requiere conocimientos, capacidades y herramientas. Estamos en un escenario que provoca incertidumbre, pero también da oportunidades.
Cada estudiante tiene particularidades. El sistema educativo debe adaptarse a las características del estudiante y no al contrario. En este sentido, Singapur ha sido un ejemplo mundial al apostar por las escuelas. En la nueva realidad educativa que nos toca vivir, sigamos su ejemplo para construir el futuro a través de la educación; busquemos niñas y niños con alto nivel de confianza, autodidactas, activos y participativos.
En conclusión, es vital la decisión que tomemos sobre las múltiples posibilidades existentes, porque de ella dependerá que nuestros actos tengan sentido. Estoy convencido, hemos venido a este mundo porque tenemos una misión que cumplir, y hoy estamos viviendo un momento histórico, en el que no solo se debe atender la crisis sanitaria. Nos encontramos ante una crisis estructural del sistema social y su organización, donde la sanidad y la educación son dos ejes vertebrales.