miércoles, septiembre 4, 2024
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Violencia contra el docente, realidad silenciosa

Rolando Rodríguez Quenta

Jorge (nombre convencional) es maestro de Química en un colegio privado. Un día, al llegar a su fuente de trabajo notó que era objeto de miradas y murmullos en voz baja. Dubitativo, se dirige a la Dirección, allí charla a solas con el director, quien le informa que habían colado en toda la cuadra alrededor del colegio muchos carteles con una caricatura burlona sobre él. Los carteles ya habían sido descolados más temprano, así que vio solo fotos. Se sintió humillado y ridiculizado. Lo peor de todo fue que el colegio nada hizo al respecto.
Es un hecho que muchos docentes sufren o han sufrido diversas formas de discriminación, violencia psicológica o incluso violencia física. Hechos verídicos como el mencionado anteriormente y otros que no están registrados –quedando solo en la memoria de los docentes afectados–, son pan de cada día, no solo en nuestra ciudad, sino también en el país y en otras naciones vecinas. El caso más crítico es el del Brasil, con un alto índice de casos de violencia hacia docentes, por lo que incluso la policía militar tuvo que intervenir.
La normativa en vigencia centra su cerco de protección en torno a los derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. Leyes como la Ley No. 070; Ley No. 548; Ley No. 045 o Ley No. 348, establecen mecanismos de prevención y actuación en caso de identificar casos de violencia hacia menores. La preocupación de los medios de comunicación y la investigación científica se ha centrado en la violencia que ocurre entre estudiantes, y en casos en los que el maestro agrede al estudiante, haciendo a un lado otras manifestaciones de igual importancia, pero que suelen permanecer en silencio. La violencia ejercida contra el docente por parte del alumnado, es una realidad cotidiana muy conocida por los profesores, pero pocas veces el tema es colocado en el centro del debate público.
De hecho, por experiencia empírica, podemos afirmar que son los estudiantes la principal fuente de violencia contra los docentes, en un segundo lugar estarían los padres de familia, los directores y los propios colegas de trabajo.
¿Puede el maestro defenderse?, ¿por qué muchos prefieren permanecer pasivos? Desde la visión de un padre de familia, resulta ilógico que un adulto preparado, que funge como figura de autoridad en el aula, sea colocado en una posición desventajosa respecto a adolescentes. Pero la situación es más complicada de lo que parece.
Sin entrar en detalles, están envueltos en el asunto el grupo de aula, los derechos de los niños y niñas, leyes y reglamentos, múltiples disposiciones, así como reglamentos internos y, cómo no, la familia del estudiante. De hecho, en un proceso legal, el estudiante lleva las de ganar. Por eso situaciones como la mencionada, quedan en el olvido.

El autor es profesor de Ciencias Sociales.

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