viernes, julio 26, 2024
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Día Mundial del Ahorro de Energía

Hace pocas semanas leí en esta misma página un interesante artículo escrito por un conocido columnista sobre la ya inevitable crisis del agua en el mundo, pero particularmente en nuestro país. Accesoriamente hacía alusión también al excesivo uso de energía eléctrica en el planeta, que incide en más de un factor; es decir, lo primero y más preocupante, el calentamiento global del planeta, cuyas causas, aunque obedecen a diferentes vertientes, tienen que ver con el uso excesivo de energía.
Hoy 21 de octubre se celebra el Día Mundial del Ahorro de Energía, y ante la inconsciencia general —salvo contadas excepciones de sociedades desarrolladas—, parece ser propicia la ocasión para elevar un grito desesperado por el futuro de la humanidad, la cual genera energía principalmente a través de recursos primarios no renovables.
La descontrolada industrialización, que inevitablemente debe recurrir a medios energéticos para su funcionamiento, hace que, por lo menos en este rubro, su ahorro se haga muy complejo, debiendo pensarse, como ya se lo hace en varias partes del mundo, en una modificación de las energías empleadas. Pero cuando hablamos del uso doméstico, y concretándonos a nuestro contexto, la reducción del uso de energía eléctrica principalmente no es tan difícil, pero, contrariamente, cada vez su gasto se incrementa. ¿La razón? Carecemos de una cultura ecosistémica.
Excepto en los hogares de muy reducidos ingresos y por razones de economía, pero además porque físicamente no tienen posibilidades, por ejemplo, de mantener varias bombillas eléctricas encendidas a la vez, el consumo energético es muy moderado. Lo contrario ocurre con los hogares de los barrios caros de las ciudades de Bolivia, en los que no es raro tomarse baños en tina durante varias horas, encender mecánicamente los televisores —aunque nadie los esté viendo— y encender los focos en ambientes en los que ningún miembro de la casa se halla.
Si solo entendiéramos que abrir el grifo del lavabo únicamente cuando estamos haciendo uso del agua, desconectar completamente los enchufes de los aparatos que no están en uso, tomar una ducha en lugar de los antiecológicos baños en tina o usar la calefacción a una temperatura de menos de 21, que para el frío invernal de nuestra ciudad es más que suficiente, estaríamos haciendo un gran servicio a la naturaleza.
Un vistazo basta para comprobar que en los hogares no hay un solo segundo en que no estemos utilizando fuentes de energía: los ordenadores, los electrodomésticos, las lámparas o el aire acondicionado —donde el clima obliga a ello—…, por lo que es muy difícil reducir nuestro consumo energético a cero, pero el mundo debe orientarse hacia un consumo de energía a partir de fuentes renovables.
Entonces, hacer un uso responsable de la energía no solo es un ahorro para los bolsillos, primordialmente el beneficio es la reducción de los efectos nocivos que provoca en el medioambiente, como el calentamiento global, el agotamiento de las energías no renovables, el efecto invernadero y otras consecuencias nefastas para el mundo.
Tampoco podemos ignorar el hecho de que no solo la contaminación ambiental tiene como corresponsable al uso de la energía, sino que la descontrolada generación de energía fósil tiene un tiempo de caducidad, pues, según estudios, en algo más de 50 años el petróleo se acabará y el carbón en dos siglos correrá la misma suerte. Pero también está claro que quienes tienen la mayor responsabilidad, hoy por los efectos que ya percibimos en el clima producto del uso indiscriminado de la energía, y en adelante, la de reducir los riesgos de otras consecuencias, son los países más desarrollados. Son ellos los que desequilibran la balanza energética mundial. En ese orden de cosas, países como el nuestro tienen menor culpabilidad, pero no precisamente por una convicción adquirida, sino por estándares de vida más modestos.
El 21 de octubre ha sido instituido como el Día Mundial del Ahorro de Energía para entrar en la consciencia de los habitantes del mundo sobre el uso racional de la energía y la reducción de los gases contaminantes. En Bolivia, como sucede con el uso del agua, no vamos a cambiar solos el rumbo del mundo, pero podemos contribuir a que las generaciones venideras habiten un planeta menos hostil… del que ya estamos sufriendo sus primeros rigores. Sabemos que el uso de energía es inevitable. La relación entre energía y progreso es innegable. De hecho, la escala de Kardashev mide el grado de evolución tecnológica de una civilización con base en la cantidad de energía que utiliza; pero, a la vez que el consumo de energía implica progreso, su uso también hace necesario utilizar recursos naturales limitados.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor.

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