La dictadura ha vulnerado la libertad de prensa. Ha controlado los medios de comunicación. Impuso cadenas informativas. Obligaba a transmitir los discursos oficiales. Restringía la publicidad estatal a quienes pensaban diferente. Tenía periodistas “a sueldo”. Muchos hombres de prensa fueron echados fuera del país. Algunos murieron en forma misteriosa. He ahí un pantallazo del pasado ominoso.
Esa realidad fue superada hace más o menos 40 años. Pero en ciertas circunstancias de la actividad política se repitieron tales despropósitos, que no honran la memoria de quienes lograron la recuperación del sistema de libertades, menos lo profundizan, sino que lo deterioraron ante la historia y los hombres.
Los gobiernos de turno, en democracia, han recurrido, casi permanentemente, a esas prácticas tan cuestionadas en las dictaduras, a fin de tapar sus falencias en políticas de orden interno y externo. A fin de no proporcionar el monto exacto de la deuda externa, que “está en 17.186 millones”, según los datos que presentó el analista económico Joshua Bellott Sáenz (*). Han tendido cortinas de humo para que no trasciendan los actos que provocaron la catástrofe del partido oficialista. Han asumido actitudes distraccionistas, ante la región y el mundo, al romper relaciones diplomáticas con la nación que fue agredida por el terrorismo. Ignoramos el significado que adquirió, con ese hecho, Bolivia, teniendo en cuenta que, en la actualidad, lidia con una profunda crisis económica, a raíz del agotamiento del GAS. Con desempleo, pobreza y enclaustrada, en sus altas cordilleras, por un fallo de La Haya. Como si acá no hubiera gente necesitada, que refleja la época de las vacas flacas, algunas instancias del Estado se dieron el lujo de enviar alimentos a un país inmerso en un conflicto bélico. Acá los sueldos y salarios han perdido su poder adquisitivo, aunque digan lo contrario algunas autoridades. La gente no tiene posibilidades de llenar la canasta familiar y el desempleo es un tema recurrente. Qué bueno hubiera sido distribuir esa donación entre la gente que fue afectada por la sequía y la quema de los bosques. Que ha perdido cosechas y ganados, lamentablemente. Que no tiene la esperanza de recuperar todo lo que ha perdido en este año trágico.
Algunos medios escritos, independientes y que jamás doblaron la cerviz, cerraron, o tienden a reducir, sus ediciones, a raíz de que fue restringida, para ellos la publicidad estatal, hecho que no les ha permitido sobrevivir. Ahí estuvo la mano del omnipotente, tratando de sofocarlos económicamente. Prácticas que se ha visto en las dictaduras y, particularmente, en aquellos países de la región donde se impone, desde hace rato, el autoritarismo, sometiendo a sus pueblos. Donde se ha cancelado la libertad de expresión, por temor a que la oposición les tome la delantera. Se han encarcelado a periodistas, por sus ideas contrarias.
En suma: es hora de recuperar la libertad de prensa, por el bien común. No podemos permanecer sometidos por siempre.
(*) “Deuda pública sube y bordea el 90% del PIB”. EL DIARIO, La Paz – Bolivia, 4 de noviembre de 2023.