lunes, julio 8, 2024
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Ya está de buen tamaño

En un artículo publicado dos meses antes de las elecciones que derivaron en la  asunción de Evo Morales al poder,  titulado: “La estrategia chavista en Bolivia” revelamos las consecuencias que acarrearía a la nación contar con un gobierno que sea afín a Hugo Chávez Frías; pues las huellas de su injerencia en nuestros asuntos políticos internos eran tan evidentes, que nos indujo a afirmar que su objetivo central era: “Lograr una mayoría electoral que legitime su ascenso al poder y, desde allí, a través de una Asamblea Constituyente “digitada”, proceder a cambiar todo el andamiaje institucional de Bolivia”. Han pasado 17 años desde dicho acontecimiento y, con pesar y enfado, establecemos que nuestros temores no estuvieron muy alejados de la realidad.

Tras la victoria masista, hábilmente manejada por el guion del Foro de Sao Paulo, la expectativa de algunos bolivianos fue contar con un presidente indígena que, desterrando algunas actitudes del pasado, forme en Bolivia un gobierno de inclusión y unidad; una especie de Nelson Mandela que llegue al solio presidencial para luchar contra el racismo, pero no contra la raza. Sin embargo, pronto estas expectativas se vieron defraudadas, desde el instante en que el propio Chávez tuvo la desfachatez de presidir el primer gabinete ministerial, y hasta emitir su propio programa de TV “Aló presidente” desde Tiwanaku.

Como estuvo previsto y, como objetivo central de un gobierno cipayo, nació la Asamblea Constituyente, la cual, al no haber logrado los dos tercios de votos con los que EMA contaba para agradar a su mentor, éste ni se dignó volver a Bolivia para inaugurarla; mostrando así su contrariedad por el fracaso. Fue cuando éste envió un contingente cubano venezolano, con el vil objetivo de cambiar el sistema de identificación para manejar libremente datos electorales; tales como revivir muertos, borrar huellas y pisotear la propia Constitución Política del Estado.

Junto a ONGs y sectores sindicales que reclamaban su cuota de participación en el instrumento, le conformaron un equipo de gobierno mediocre, desterrando del aparato estatal a quienes no apoyaban el proyecto del Socialismo del Siglo vende humo, e iniciaron el consabido copamiento institucional, basado en la disociación de las regiones; de los organismos sociales y de la bolivianidad entera.

Una espuria, mal llamada nacionalización de los hidrocarburos y algunos “bonos prebéndales”, hábilmente promocionados por la prensa oficialista, fueron los únicos actos positivos que pudieron contraponerse a aquellos que deslucieron la gestión presidencial de EMA. Pese a la coyuntura de inmejorables precios de nuestras materias primas, que le brindó una invalorable oportunidad de hacer lo mejor, el MAS optó por el derroche y el vil despilfarro de nuestras riquezas, destinando una parte de ella a corromper un poder judicial, y transformarlo en un vulgar sicariato, más temible y cruel que los que se criticaba en las dictaduras.

A los 13 años de iniciada esa aventura y, cuando los bolivianos ya estaban hartos de tanto latrocinio, un remedo de golpe de Estado orquestado con el mejor estilo venezolano, incluyendo una cobarde fuga, les dio la grandiosa oportunidad de resucitar un gobierno que ya estaba listo para las ergástulas, y sembrar el terror apresando a diestra y siniestra a más de 290 ciudadanos que, como ilustres trofeos, les sirven hasta hoy, para domesticar a un pueblo que observa abúlico tanta vileza. De vez en cuando comienzan a aflorar voces valientes y heroicas que parecieran despabilarnos de tanta apatía, como es el caso de los jueces de El Alto o de Sacaba que, como raras aves, se atreven a dictar una inédita clase de moral y coraje, inhibiéndose de juzgar por la vía común a la expresidenta constitucional Jeanine Añez, a sus ministros y a oficiales de las FFAA, y exigiendo el juicio que les corresponde. Una patriótica forma de decir: ¡Ya está de buen tamaño!

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