Gracias a la revista The Economist de Londres nos acabamos de enterar de que Bolivia se ha convertido, con el gobierno del MAS, en el territorio desde el cual llega a toda Sudamérica el mercurio ruso.
Muy buen informe sobre el oro que se explota en nuestra región, que incluye el dato de que Ecuador, en cambio, es el país encargado de repartir la dinamita entre los vecinos y que son los coreanos quienes están a cargo del exterminio de la selva brasileña.
El único dato que le faltaba a The Economist es que los chinos son los que explotan el oro, para lo que, por lo menos en Bolivia, alquilan a los dirigentes de las así llamadas “cooperativas”, ocupadas de obligar al gobierno a no cobrarles impuestos.
Deja un mal sabor este informe porque, además, da la razón a los europeos que han decidido llamar a Sudamérica el “narco-continente”.
La región ha encontrado un rol nada honorable para su relación con el resto del mundo, algo que los bolivianos sabemos muy bien.
En este momento, el comando de esta estrategia global ha ordenado que los parques nacionales sean incendiados, unos para dejar el terreno disponible a los cocaleros y otros para facilitar el trabajo de la “minería ilegal”.
Madidi es el punto más dramático, con incendios que están a punto de consumir el ingenio azucarero de San Buenaventura, instalado allí con sobreprecios por el gobierno del MAS. Si llegara a quemarse, no habría olor a azúcar chamuscada, porque es un ingenio que no produce azúcar, sólo pegas.
El incendio de Madidi es para facilitar la acción de la minería ilegal, ilegal pero que goza de la simpatía del gobierno de Luis Arce, según dice la revista. A los mineros les encanta operar en tierra arrasada, en arena quemada.
Se está incendiando el Tipnis, un parque odiado por el MAS, que decidió pasar por su geografía una carretera con el pretexto de conectar con Beni, aunque en realidad la idea era abrir el camino para el ingreso de los cocaleros del Chapare.
Ahora, dicen los informes, 11.000 hectáreas de ese prodigioso parque se han quemado, lo que facilita el ingreso de los cocaleros.
Y el parque Noel Kempff, cerca de la frontera sur con Brasil, allí donde los cocaleros y sus socios querrían instalarse para estar cerca de las mayores ciudades del país convertido en el primer consumidor de cocaína de las Américas.
Todo a pedir de boca de las mafias.
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