lunes, septiembre 2, 2024
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La producción de Napoleón

La química entre los actores generó una tensión y una dinámica que, para Ridley Scott, no sólo insuflarían vida a los personajes, sino que asimismo añadirían capas volátiles a Napoleón mientras éste da seguimiento a su épica búsqueda del poderío absoluto en Europa. Los actores aportarían fuego a la tempestuosa y nada convencional relación que David Scarpa puso por escrito en el guion para la pantalla, revelando así los demonios internos de Napoleón, pero asimismo un lado desconocido de la historia.

Scarpa había colaborado previamente con Scott en All the Money in the World, y este dúo conversó repetidas veces acerca de los ritmos clave en la vida de Napoleón y también sobre la versión específica que les atraía en lo tocante al personaje. Desde las primeras reuniones quedó claro que Scott tenía en mente una película épica y de acción, pero a la vez una historia de amor entre Napoleón y Josefina. “Ése era el punto específico que quiso investigar: a través del prisma de la historia de amor entre Josefina y Napoleón”, explica Walsh. “Lo suyo es un auténtico estire-y-afloje. Se obsesionan mutuamente, se proporcionan combustible. Y uno sin el otro no serían las personas que son”.

En cada aspecto de la vida de Napoleón, dice Huffam, existen conflictos y dualidades. Pensemos, para empezar, en su legado como general y emperador. “Napoleón hizo grandes cosas para la política y el hombre común. Mostró que cualquiera podía convertirse en general o político, que no era necesario pertenecer a la aristocracia”, señala. “Pero, claro, él era un dictador, y la sangre en sus manos es algo horrendo. Con esta producción nos propusimos explorar un balance”.

Y cuando cuenta la historia a través de la relación entre Napoleón y Josefina, Scott no hace sino colocar una dualidad por encima de otra. “El personaje termina bañado en lágrimas- el hombre que, ante nuestros ojos, ha orquestado todo el recorrido que le ha llevado a ocupar el trono de Europa, el genio táctico, se convierte en este hombre pequeñito e indefenso, enamorado de la mujer que se sienta a su lado sobre un sofá, admitiendo que sin ella no sería nada”, dice el director. “Las cartas que le dirigía son cómicamente rudas y juveniles, exageradamente románticas, un poco sucias. Estaba fascinado con ella. Y tras su despedida, ella ni siquiera las leyó. Cuando murió, éstas se encontraban arrumbadas en uno de los cajones de su mesilla de noche”.

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