Lejos está de mi emplear la palabra “cholo” de forma despectiva, todo lo contrario, de esta manera denominaré lo “joven y mestizo” en su forma popular, la cultura de las masas que va emergiendo y prosperando gracias al capitalismo, sistema económico del “dejar hacer y dejar pasar”. El capitalismo cholo es una representación latinoamericana de lo que viene ocurriendo a nivel mundial gracias al sistema de mercado.
A pesar del Estado, el capitalismo de los pobres va transformando sociedades hasta ayer en la marginalidad, desde los tigres asiáticos hasta los leones africanos, emergen millonarios gracias al comercio, antes eran los burgueses frente a la aristocracia, ahora tenemos hindúes envueltos en joyas de oro, desafiando al mundo con empresas de tecnología, nigerianos acumulando bitcoines sin descansar, árabes luciendo su opulencia, construyendo en medio del desierto. Por eso, cada vez es más difícil sostener seriamente la anacrónica teoría del primer y tercer mundo.
Así los mestizos emergen con sed y hambre de prosperidad material desde Canadá hasta la Tierra del fuego. Carlos Maslatón, en Argentina, definirá la acción humana libre y popular como economía “barrani”, palabra mozárabe que significa “forastero”, entendiendo como “lo que se hace al margen de la ley”. Barrani es lo negro, informal, que queda fuera de las regulaciones del Estado, no emite factura, no paga tributos o aranceles aduaneros, etc., de ahí proviene el dicho: “100% barrani”, porque es libre, comerciable y barato.
También se llama capitalismo popular, porque proviene de las masas que comercian mercaderías comprando barato, para vender caro, viajando de aquí para allá sin descanso, obteniendo utilidades día tras día, llueva, en medio del viento y la tierra, frente al sol abrazador o cualquier tempestad, desde las cinco de la mañana en los mercados de barrio o en las calles, en tiendas alquiladas, camiones o mantas en el piso, con sombrillas en carretillas, personas que no tienen feriados y no conocen el descanso dominical.
Pero los impuestos serán barreras que impiden la acumulación, los aranceles aduaneros no permiten el tránsito de mercaderías, por eso, el capitalismo cholo será criminalizado y perseguido con “delitos sin víctimas”, sea la evasión de impuestos o el contrabando, que no es otra cosa que comercio, comercio no registrado por la burocracia. Samuel E. Konkin III describe estos mercados fuera de la ley, en su Manifiesto Libertario.
En países como Bolivia constituirán más del 70%, informales que trabajan en negro o mejor dicho, en mestizo, pero no son informales por cultura, sino por el costoso cumplimiento de la ley. Como nos enseñó Ronald Coase y Hernando de Soto, las leyes y las instituciones provocan informalidad y pobreza. Dadas así las circunstancias, mientras existan infiernos burocráticos y fiscales, con interminables requisitos ridículos e inservibles, motivos de extorsión de los funcionarios públicos, más impuestos elevados, el capitalismo cholo-barrani-popular es la única salida para la supervivencia. Sin celos ni envidia.
Pero existen personas que detestan el capitalismo cholo, no sólo por su estética y su arquitectura (cholets), demostración de empoderamiento económico, su música y sus fiestas ostentosas y llenas de alegría, donde existe fraternidad y confianza en el sentido que explica Francis Fukuyama, cuando indica que los lazos familiares, además del padrinazgo y compadrazgo, a la larga significan redes de negocios y trabajo solvente, base del capitalismo popular. Más allá, a dos cuadras, en plena vereda, también están personas que no pueden acceder al trabajo formal por culpa de la rigidez de las normas laborales y deciden sacar su carretilla o tender sus mantas para vender cualquier producto. Los detractores que piensan que vivimos en Viena condenaran estas acciones, sin entender que en algún momento las calles de París estaban repletas de vendedores de pescado y las rutas de Nueva York llenas de matarifes, como en las películas “El perfumista” y “Pandillas de Nueva York”.
Masas capitalistas que veneran “Ekekos”, piden abundancia en sus ferias de Alasita, quieren prosperidad material, pero necesitan comprenderse y aceptar los ideales y la ética capitalista, que no es otra cosa que libertad, libertad individual, libertad económica, libertad de comercio, libertad de empresa, libertad monetaria, porque cada vez que un informal sale a vender un producto, existe un héroe desconocido que quiere ejercer sus derechos y nadie somos para impedirlo.