Reunidos entre amigos por Año Nuevo, un perspicaz contertulio preguntó a los de la mesa la opinión sobre parlamentarios, ministros y el presidente; los primeros son ruines, los ministros ineptos, y al presidente le tocó bailar con la más fea, respondió un abogado sin titubear; al ver la desilusión del preguntón que esperaba un comentario más áspero, uno de los opinadores dijo: ocurre que el mandatario activa y apoya la ruindad, nombra y mantiene a los ineptos, y así, difícilmente podrá cambiar de pareja. Todos son libres de hacer lo que quieran, sobre todo el mal, que siempre ha sido lo más fácil de hacer.
Se viene diciendo que la crisis empezó en el año 2014 con el deterioro de la economía, vinculada a la declinación de la producción y exportaciones de gas, y por otra, el covid-19 (marzo 2020) que afectó la salud (con miles de muertos), y la estructura económica de los países del mundo. Los argumentos de hoy atribuyen unas veces al covid-19, y en otras, inculpan del desastre a Jeanine Añez (noviembre 2019) que gobernó ocho meses en plena pandemia; eso sí, despilfarrando el dinero con bonos, para generar votos favorables a su candidatura fallida, y como en todo tiempo plagado de corrupción.
Cuando asumió la presidencia Luis Arce, conocía la situación, y a pesar de su experiencia, por lo que se ve, ha podido hacer muy poco, por el contrario, los números no le favorecen. En resumen, estamos peor, aunque de la gama de colores el gobierno ha elegido el rosa, para pincelar la situación del país.
La post pandemia dejó ver que la economía mundial estaba lastimada, incluidas las potencias, China, la Unión Europea y Estados Unidos, cuyas macro variables entraron en turbulencia. En ese contexto, Bolivia no podía ser la excepción. El mercado del petróleo era alcista, cayó el precio de los minerales, subieron los fletes marítimos, había que pagar el capital e intereses de la deuda externa y, como está dicho, fue muy fuerte la caída de los ingresos por la venta del gas.
Las cuentas nacionales (qué se produce, cuánto se produce, para quién o para qué se produce, a qué se destina el ingreso, esto es, qué y cuánto se consume, cuánto se ahorra y cuánto se invierte.), se fueron desfigurando, así como hubo declive en el nivel de bienestar, a contrapelo de una baja inflación, que son números finamente construidos para crear una percepción.
El gobierno veía llegar tal situación. Disminuyeron las exportaciones (por tradicionales paros y bloqueos de por medio), afectando la balanza de pagos y con ello la disponibilidad de divisas; el desorden y el irrespeto institucional sumaban puntos en la calificación como riesgo país. Tal laberinto tiene ser gestionado por el mandatario, entonces no está equivocado quien dice que está bailando con la más fea. Los pretendidos resultados del nuevo presupuesto general del Estado, ponen paños fríos para aliviar el pesimismo que atiborra a la sociedad.
Mejor le va en la política y su propósito de eliminar al candidato Evo Morales, ayudado por el avezado TCP, que dictó una curiosa sentencia para beneplácito de propios y extraños. Por ahora no podrá ser candidato. El congreso del MAS –si sucede– podría relevarlo de la jefatura del movimiento político y con ello sería una tranca más a la postulación, ese cuando menos es el perfil del dibujo de su próximo quehacer.
Los parlamentarios de la oposición, volubles y endebles, pueden hacer mayoría con los evistas, ya pudieron firmar para que las judiciales se lleven a cabo, sin embargo, solamente votaron quedándose con nada (trascendió que fracasaron en el intento de imponer candidatos).
Y así, entre charla, brindis y un buen plato de comida, otra de las conclusiones fue que la cultura es mediocre, el discurso político es de contenido espurio, colmado de dicterios y alusiones personales, de dúplicas y réplicas, apresurado en seguir la contienda, porque de otra manera: «quien calla otorga».
El ciudadano consciente desprecia lo que sucede, pero vive la esperanza…
El autor es periodista.