sábado, noviembre 16, 2024
InicioSeccionesOpiniónEscuela y salud mental

Escuela y salud mental

Lucio Silvestre Quispe

Cuando alguien dice que la institución educativa socializa y adapta al estudiante para que pueda vivir sin conflictos, en relación con las expectativas del sistema social, aparentemente piensa que tal influencia favorece la salud mental. Pero si se analiza detenidamente sus funciones y su estructura organizacional, nos damos cuenta que está lejos de promover la salud mental del estudiantado.
Salud mental es la capacidad de la persona para aceptarse a sí misma, tener autonomía en sus actividades, darse metas reales, tolerar frustraciones, relacionarse con los demás, sin prejuicios ni condicionamientos, para encarar problemas personales y estar siempre predispuesta a nuevas expectativas.
En los primeros años de vida del niño prevalece el Yo –Todo, bajo la forma de fusión madre– hijo y regido por el principio del placer, es decir de la realidad individual. El niño ya es capaz de actuar sobre el medio, pero su actos son egocéntricos, no toma en cuenta las características objetivas de la realidad, tampoco considera el punto de vista del otro. A esta etapa de la vida, al tipo de relación parental, niño, se denomina esquema psicológico familiar de comportamiento, cuya característica central es la autoridad absoluta del adulto y la obediencia ciega del niño. Después se debe acceder a un nivel superior de comportamiento, el Yo de lo Político, que funciona según el principio de la realidad social. En esta etapa el acceso es posible siempre que las circunstancias del desarrollo sean favorables. En este nivel aparece frustrado y lesionado el individuo contemporáneo. Lo que se traduce en la inmadurez mental de la persona y se la pone al descubierto en relaciones sociales. Entonces se determina la regresión de lo político a lo psicológico familiar.
Dicha regresión implica que la persona no es capaz de tomar conciencia de su situación social dentro de la institución y ejercer desde allí sus deberes con madurez. Los conflictos de clase, la estructura jerárquica paternalista y autoritaria de la institución, son vividas y actuadas como si fueran de relaciones familiares, de manera manipulativa y encubierta, con temor consciente o inconsciente a causar daño a la autoridad.
En relaciones familiares, el condicionamiento a la autoridad, con la culpabilidad inherente, es facilitada por la desigualdad biológica y psíquica entre adulto y niño. Viene luego la institución escolar, la dependencia es ahora respecto a la autoridad del maestro. Es más, el niño, con su asistencia a la escuela produce poder social, pero el plus poder (similar al plus valor en economía) generado va a manos de los adultos que administran la escuela. El maestro, que ha perdido también gran parte de su poder respecto a la clase más jerárquica, lo recupera a través de la relación desigual y autoritaria que ejerce sobre los niños.
Así, la institución escolar, tal como está organizada y administrada, favorece muy poco la madurez social y psicológica, el pensamiento divergente, el sentido de responsabilidad y autonomía de la persona. Lo que más favorece es la conducta conformista y regresiva.

ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Advertisment -

MÁS POPULARES