domingo, julio 7, 2024
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Ruptura de hostilidades

Ernesto Bascopé Guzmán

¿Quién diría que terminaríamos por extrañar los intercambios de silletazos entre militantes masistas? Me refiero a la práctica, no muy sofisticada en verdad, de expresar opiniones y resolver conflictos internos lanzando diversos objetos al adversario. Se trataba de un hábito, algunos dirán un deporte, bastante elemental y rudimentario, pero al menos se circunscribía a los congresos y reuniones del partido de gobierno. Hoy, en cambio, luego de que una facción del MAS decidiera bloquear carreteras, entramos de lleno en un conflicto abierto que fácilmente puede agravarse hasta la violencia más cruda.
¿Exceso de pesimismo? No, simplemente cálculo racional. Evo Morales sabe que su única chance de evitar la irrelevancia y luego la cárcel es retornar al poder. La consecuencia lógica es que ante nada retrocederá, crimen o acto de violencia, con tal de recuperar el cargo que dejó de tan mala gana en 2019. Por su parte, Arce es perfectamente capaz de prever el destino que le espera si acaso abandona la presidencia y su exjefe conserva algo de influencia: el exilio, como mínimo, o morir en prisión.
Algún acuerdo sería posible, si no fuera por el estado deplorable de la economía y la escasez de fondos para comprar conciencias y paz social. El dinero público, privatizado de facto por el partido, simplemente no alcanza para todos. En otras palabras, la lucha será a muerte, hasta que sólo un líder quede de pie, o el caudillo fugado o el tecnócrata timorato.
La lucha será necesariamente asimétrica. Frente a los bloqueos de caminos y la violencia sindical, el gobierno recurrirá más que nunca al aparato represivo judicial, perfeccionado cada día desde la asunción de Arce. Esto se traducirá, aunque parezca imposible, en una descomposición aún mayor del sistema de justicia. El costo, como es evidente, lo pagará la sociedad.
A pesar de todo, aunque el porvenir se anuncie especialmente sombrío, queda todavía la esperanza de cambio. Los ciudadanos no estamos obligados a jugar un rol pasivo en este conflicto. Al contrario, se abre la posibilidad de proponer nuevas ideas y una manera diferente de comprender la política, lejos de lo que el masismo, y la izquierda, nos proponen desde hace medio siglo.
Como mínimo se puede proponer un pacto social, donde las diferencias se resuelvan con palabras y mediante el voto, no con sillas o, peor aún, con bloqueos de caminos. ¿Algún grupo político de oposición se anima a proponer estas ideas? Es cierto que no parecen muy populares hoy, luego de años de intoxicación ideológica, sin embargo, es bastante seguro que la guerra civil masista terminará por agotar a la población, abriendo así una oportunidad para el cambio.
Nada cuesta imaginar otro futuro. Uno en el que los ciudadanos de bien dialoguen, buscando soluciones prácticas para los problemas comunes. Evidentemente, los masistas seguirían jugando a los silletazos en sus congresos, mucho menos concurridos, pero ya no serían un problema para el país, sino, cuando mucho, una atracción y motivo de estudio para antropólogos extranjeros. ¿Por qué no intentar construir ese otro porvenir?

El autor es politólogo.

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