lunes, noviembre 18, 2024
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La lealtad política

Lino Mamani Quispe

“…se debe reprender al que es violento para estropear, no al que lo es para componer”.- Maquiavelo.

La esencia fundamental de la acción política, que alimenta para permanecer o crecer a un determinado partido político, es la lealtad. Ésta no es la sumisión al jefe o a las órdenes de la cúpula palaciega, sino es la congruencia entre la ideología de un partido y los actos durante el ejercicio del poder político.

La lealtad tiene que ser al proyecto, a la Patria, al pueblo, a los ideales y no así a las personas. Mantener los ideales, principios y valores, es un imperativo ético cuando se tiene un contrato político con la población, celebrado en las urnas. Muchos dicen que no existe la lealtad en política o que no debe existir, entonces ¿de qué garantías gozan los ciudadanos al emitir su voto? Al dar su voto a favor de un partido político, el ciudadano se despoja del poder individual y le entrega a ese partido su poder, para que, con la suma de poderes de los ciudadanos, pueda ejercer el poder político. Por esta razón, una vez ya en el gobierno, el partido ganador, tiene la obligación moral de actuar con legitimidad y legalidad sobre el pueblo que le otorgó el poder dándole autoridad.

En política, la lealtad es el pilar neurálgico de cualquier organización política, lealtad a los principios ideológicos, a los valores inherentes con los que nació una organización política. Sólo con el nacimiento, ya asciende a nivel ontológico. Por lo que, cada militante debe defender la vida política de su partido y por ello se justifica su razón de la defensa implacable, y si de ser necesario, hasta con su vida. Es en este escenario, donde opera lo expresado sabiamente por Maquiavelo “si los hechos acusan… los resultados le excusan”, más conocida esta frase como “el fin justifica los medios”. En otras palabras, la vida de cada militante se justifica dentro del partido, por la perpetua lucha de llevar a la práctica sus principios ideológicos, que son la razón de ser de cualquier sigla política. Por lo que, aquellos militantes que no son leales a los principios de su política, no merecen existir, deben ser depurados ideológica y físicamente. Si no se los depura, resultarán ser una enfermedad cancerosa, que puede llevar a su extinción a todo el cuerpo político.

El enemigo, no siempre está afuera, sino dentro del mismo cuerpo colegiado, que va carcomiendo vergonzosamente el cuerpo político del cual forma parte, como una enfermedad lenta y silenciosa. De este modo, si un organismo político quiere vivir sanamente, se debe seleccionar a los elementos sanos y vigorosos, en caso contrario, se corre el riesgo de que los enfermos conduzcan a la muerte prematura al organismo político. Recordemos que muchas fuerzas políticas murieron sin ni siquiera haber probado ni un bocado de oxígeno; como se dice en Derecho, nacieron muertos.

En suma, el partido político necesita de militantes que estén dispuestos a morir, de ser necesario, por los ideales de su política. La población no vota por la cara del candidato, sino por el programa de gobierno, por los ideales que van pregonando los partidos políticos en los actos proselitistas. Es decir, cada ciudadano decide en las urnas su apoyo a los principios o ideales políticos de un determinado partido, ya que el ciudadano se identifica y hace suyos esos valores que visualiza sus ideales de crecimiento y progreso de su país. No es por gusto que le da su voto a un determinado partido político, sino pensando en un futuro mejor de sus hijos y del país.

El autor es Licenciado en Filosofía.

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