Cual si fuera una “wawa” (bebé) que llora por su juguete, así está actuando Evo Morales Aima, expresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, al instruir a sus bases que bloqueen en las carreteras interdepartamentales desde el 22 de enero, porque el Tribunal Supremo Electoral resolvió que ya no procede que se postule nuevamente como candidato a la presidencia en las elecciones generales de 2025.
Evo, toma estas palabras como una reflexión muy profunda de lo que está pasando en el país, porque tienes que entrar en conciencia y no en la tozudez de querer volver a gobernar, si ya tuviste tu tiempo con 3 gestiones presidenciales desde el 2006 hasta el 2019. Trece años en la silla presidencial, es tiempo suficiente. Es hora de dar paso a sangre nueva y con otros aires y energías.
Bolivia como un esclavo ha sido víctima de ambiciones de grupos de poder de otros países, desde la colonia; ha perdido inmensas extensiones de territorio y recursos naturales como el petróleo, el agua, territorio marítimo, el oro, la plata y ha tenido a su gente sumida en la frustración. Millones de mujeres y hombres son observadores pasivos de los hechos de la historia, hijos, nietos y bisnietos de grandes personajes, soldados de la Guerra del Chaco que ofrendaron sus vidas y campesinos que quieren otro país, con mejores días, porque cada día el barco se hunde más y más.
Bajo esa lógica de que el país ha pasado por penurias, tristezas y grandes amarguras porque no nos han dado un trato justo esos oligarcas ambiciosos o gobiernos del extranjero, en el Siglo XXI se presenta un fenómeno para cambiar el sistema político, del capitalismo al socialismo. Un socialismo que era la esperanza de miles y dime tú, Evo, ¿se ha cumplido?
Bolivia no es Cuba, un país donde Fidel Castro se ha enriquecido a costa de los pobres, porque vivía como una estrella de Hollywood, comiendo caviar y tomando whisky, mientras los humildes… sin un pan para llevar a la boca, echando por la borda su falso discurso de velar por el bien común. Ese país muestra su cara bonita y pintada para el turismo, pero entrando en sus arterias y venas profundas parece un barrio del holocausto que se cae a pedazos.
Viendo que Bolivia ha sido un pueblo enfermo, Evo, dale el remedio para sanar sus heridas y eso pasa porque recapacites sobre tu actuar, primero como ser humano, luego como ex presidente, como padre y dirigente social, pero de esos que es digno recordarlos.
Qué pasa ahora, que te echas a llorar como una wawa por su mamadera, zapateando como un niño rebelde que quiere otra vez postularse para ser Presidente. Claro, para ello les das calda a los sectores campesinos y sociales para que te apoyen bloqueando caminos y perjudicando a empresarios, pasajeros, comerciantes y transportistas. Los policías fueron golpeados por sus propios hermanos lugareños y hasta un chofer falleció por el estrés. Millonarias son las pérdidas económicas, encima de que la economía está a las “patadas”.
Yo quisiera que nos volvamos a ver frente a frente, como esa vez cuando tú eras diputado, y en la Federación de Fabriles de Cochabamba, cuando acompañaba a una comitiva porque justamente habías iniciado bloqueos en la ruta Cochabamba – Chapare y los plátanos, palmitos y piñas no salían a la Argentina. Nos dijiste: ¿Saben qué comía de niño? Arroz con agua y salía a pastear a mis ovejas en el altiplano. En ese rato mi corazón se hizo un “chuño” y después decía “qué hombre tan sufrido”. Pasaron décadas y te has transformado en lo que no queríamos.
Evo, por favor, haz desbloquear esos caminos y no te portes como un niño rebelde. Haz las cosas como deben ser y no sigas desobedeciendo a la ley del hombre y a los mandamientos de Dios. Te juro que, si fuera tu mamá, te daría con “Kimsacharaña” en tus canillas por tu bien, porque a los hijos que no hacen caso a sus padres hay que aplicarles la disciplina, que es lo que a estas nuevas generaciones les hace falta, también.
Haz honor a la raza de bronce del altiplano que desde los incas se ha regido por leyes sagradas del buen comportamiento y un código de respeto al dios Sol Inti y a la Pachamama, que sabes que son deidades divinas con las que no se juega.
La autora es Comunicadora Social y escritora.