domingo, julio 7, 2024
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El reloj del Apocalipsis

Álvaro Riveros Tejada

Con el objeto de alertar al mundo sobre los peligros de la energía nuclear y otras armas de destrucción masiva, un grupo de científicos que trabajaban en el famoso Proyecto Manhattan que creó la bomba atómica, en 1945 fundó una revista cuya misión vigente hasta nuestros días es la de alertar al mundo sobre los peligros que se ciernen sobre éste, de deflagrarse semejante catástrofe nuclear.

Para simbolizar la urgencia de sus reflexiones, los diagramadores de dicha revista optaron por la idea de usar un reloj, cuyo minutero se vaya acercando a la media noche, como la hora tope, que indique la inminencia del fatal desenlace.

Hoy en día, aunque el reloj ya no hace parte de la portada de la revista, éste se mantiene como parte integral de su logo, haciendo que muchas personas crean que éste ha perdido su significado apocalíptico. Las oscilaciones de la manecilla pueden parecer más enigmáticas, sin embargo, el movimiento, adelante o atrás, sigue reflejando la sensación del peligro de sucesos catastróficos.

Es necesario señalar que, dicho cronómetro avanzó alarmantemente en algunas ocasiones, como en el año 1991, que se situó a sólo 17 minutos de la hora cero, tras la firma de los tratados de reducción de armamento entre la Unión Soviética y Estados Unidos. En 1953 se llegó a los dos minutos, tras las pruebas nucleares llevadas a cabo por esas mismas potencias y, en octubre de 1962, durante la crisis de los misiles en Cuba, se situó en menos de los dos minutos.

Abordamos este tema, porque desde hace poco tiempo las manecillas del reloj se situaron a escasos 90 segundos de la media noche, o sea, apenas a un minuto y medio de la hora cero. Tal avance obedece obviamente a la “guerra relámpago” de Rusia contra Ucrania, que ya lleva dos años; la invasión de Israel sobre Gaza; los ataques de Huties, apoyados por Irán en contra de los barcos que se atreven a pasar por el Mar Rojo; y varios otros estropicios ocasionados por esa teocracia islámica, para demostrar un poderío atómico que ojalá, aún no lo tenga.

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha temido una catástrofe que decrete el fin del mundo y todavía son muy frecuentes las predicciones fatalistas que reabren esta polémica recurrente. Terremotos, tsunamis, guerras… Siempre han dado pábulo a vaticinios fatalistas y al extraño temor de que este nuestro mundo pronto llegaría a su fin. Narra la historia que el año 1000 D.C. fue caracterizado por este tipo de premoniciones que sembraban de terror a la humanidad. Empero, hemos ingresado al Siglo XXI y los desastres se suceden con igual o mayor intensidad y gradualidad que antes y la polémica continua.

La idea de un mundo mejor, más pacífico y caracterizado por una plácida felicidad es la tónica que aparece en casi todas las religiones del mundo: cristianos, budistas, judíos, hinduistas, musulmanes, persas, mayas, aztecas, etc., todos proclaman su advenimiento, el cual necesariamente será precedido por grandes catástrofes, debido al alejamiento de los hombres del camino correcto, para luego devenir en un mundo de paz y felicidad. Para tal efecto, los bolivianos que actualmente vivimos bloqueados y narcotizados hasta la coronilla, deberíamos pensar en un mecanismo de relojería, como el del último Inca Choquehuanca, de giro izquierdo, también llamado “Sinistrorsum Levógiro” que nos ayude a escapar de las siniestras predicciones del reloj del Apocalipsis.

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