Para el periodista Nicolai Palgunov, quien fuera Director de la Agencia TASS de la extinta Unión Soviética, la opinión pública era amorfa, no tenía una forma definida; además de indefinible. Para otros autores la opinión pública “no existe”. En el país estaríamos con una opinión pública postrada ya desde hace años, pues el dejar hacer y el dejar pasar sería nuestra característica en estas épocas adormecedoras y convulsas. Escribí hace algún tiempo: “lo que hoy se ve hubiese merecido una total repulsa, rechazo y condena de la ciudadanía toda, otrora, la misma que se expresaría a través de todos los medios posibles válidos y legales para dejar bien sentado, con toda contundencia, la desaprobación de aquello que atenta contra la convivencia civilizada, hecho que puede surgir no solo de la población sino también desde el propio gobierno, y en general de cualquier institución”.
Hoy poco importaría lo que “diga” o “sienta” esa opinión pública tan venida a menos, arreada y acorralada por oscuras catervas amparadas en su angurria de poder. Dice un autor que la opinión pública es la tendencia o preferencia, real o estimulada, de una sociedad o de un individuo hacia hechos sociales que le reporten interés. Otro dice que la opinión pública se puede manifestar, entre otras maneras, en manifestaciones y marchas; mientras un investigador añade: una ley de la antigua Atenas declaraba infame y detestable, castigando con el destierro al hombre que, tratándose de la causa pública, no manifestaba y declaraba su opinión. Por este medio se sabía el modo de pensar de cada uno. Asimismo, se hace hincapié en que ésta se manifiesta de distintas formas, como protestas, salida a las calles de trabajadores, huelgas de grupos por razones laborales. Paros forzosos, tomas de establecimientos, boicots, bloqueos de vías de circulación, etc.
Como fuere, aunque no está claro qué sucede con la opinión pública boliviana, hoy guardar un silencio cuasi cómplice ante tantas y tamañas desfachateces que son cometidas en contra del pueblo, significaría que la colectividad estaría abrumada y cansada y consecuentemente postrada, por el maquiavelismo de grupos que siempre están sedientos de poder y dinero. Y los angurrientos no sólo están en la política, sino en comercio, contrabando, narcotráfico y otros. Solo así se entiende que casi ya no se reaccione frente a las tropelías que son cometidas contra la población, vendiéndole productos con precios altos o caducados. Que el ciudadano deba seguir aguantando el “trameaje” en el transporte público; que trabaje como esclavo más de doce horas diarias; que deba ir a las 3 de la madrugada para sacar una ficha de atención médica; que nada pueda hacer ante el avasallamiento de aceras y calzadas por comerciantes; que esté expuesto a atracos y asaltos en cualquier lugar urbano; que le tomen el pelo políticos y politiqueros; etc. Se trata de una postrada y maltrecha “opinión pública”.
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