jueves, noviembre 14, 2024
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Microfinanzas en Bolivia, ejemplo para otros países

Rolando Kempff Bacigalupo

Las microfinanzas en Bolivia tienen mucha experiencia. En su caminar, que empezó en los años 80 del siglo pasado, pasaron por buenos y malos momentos. Los bancos especializados que atienden esta actividad crediticia son un éxito en el país.
Hace pocos días, la Asociación de Entidades Financieras Especializadas en Microfinanzas (Asofin) cumplió 25 años de existencia, un período caracterizado por el compromiso, la representación y el desarrollo sostenible del sector de las microfinanzas de Bolivia.
Debemos recordar que las instituciones especializadas en microfinanzas fueron creadas con la finalidad específica de mejorar la calidad de vida de los sectores más vulnerables de las zonas rurales y periurbanas de nuestro país, ofreciéndoles acceso al sistema financiero.
Las microfinanzas, orgullo del país, surgieron en la década de los 80, en un contexto de crisis y caos económico y altas tasas de desempleo. Un grupo de visionarios y emprendedores bolivianos, dio los primeros pasos, para llegar a un sector hasta entonces no atendido por la banca tradicional.
El impulso que necesitaban llegó de las llamadas ONGs financieras, que ofrecían créditos colectivos o créditos individuales, a habitantes de áreas rurales y urbanas, pero carecían del respaldo suficiente para un crédito, demostrando que la rentabilidad financiera no era incompatible con los objetivos sociales de inclusión.
La implantación de las microfinanzas, llegó a tal punto que se ha convertido en un ejemplo a nivel mundial para gobiernos e instituciones, como señala un trabajo de Pedro Arriola Bonjour, Gerente General Banco Los Andes ProCredit. Se debió, entre otros factores, a los siguientes:
– Varias instituciones privadas que han encarado muy seriamente esta tarea, las cuales son autosostenibles, operando en franca competencia y en condiciones de mercado;
– Altos niveles de cobertura de demanda, por lo menos en los principales centros urbanos y en las zonas rurales con mejores condiciones para la producción. Si bien queda como tarea pendiente alcanzar una mayor cobertura en zonas rurales, lo cual se dificulta por la amplia extensión geográfica del país y la alta dispersión demográfica;
– Un mercado dinámico con instituciones permanentemente preocupadas por el desarrollo de productos y perfeccionamiento de las tecnologías financieras utilizadas, así como por ampliar los segmentos de mercado atendidos.
– Un marco regulatorio que en general es adecuado para el desarrollo de las entidades reguladas de microfinanzas. De esta forma, se podría seguir enumerando otros factores que han contribuido a brindar mayores oportunidades económicas a un sector de la población que ha sido tradicionalmente relegado por el sistema financiero formal.
En estimaciones realizadas para nuestro país, se muestra que la profundización del micrócredito tuvo un importante aporte en la explicación del crecimiento departamental.
El trabajo desarrollado por las microfinancieras en la última década es una muestra de su innata capacidad de inclusión financiera, que se demuestra en el creciente número de captaciones y colocaciones, y la consecuente necesidad de abrir más puntos de atención en todo el país.
Según Asofin, con datos de la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero, el microcrédito tiene hoy una participación del 30%, la más alta en tipo de crédito, en el sistema financiero boliviano.
Hasta el 30 de junio de 2023, la cartera del sector a nivel nacional alcanzó a Bs 34.640 millones, registrando un incremento anual del 7,2% respecto a junio 2022. En cuanto al número de operaciones, éste llegó a 689.575, registrando un crecimiento anual del 10,4%.
Además, cerca del 30% de su cartera bruta se encuentra en el área rural (Bs 10.172 millones) al primer semestre, habiéndose realizado 206.680 operaciones en zonas rurales.
Si hablamos de microcrédito, no podemos dejar de lado a Finrural (Asociación de Instituciones Financieras de Desarrollo) que agrupa y representa a nueve Instituciones Financieras de Desarrollo (IFD), dedicadas a reducir las diferencias económicas, sociales, de género y priorizando el financiamiento al sector productivo del país. Entre ellos, el pequeño productor agropecuario, piscícola y forestal maderable y no maderable, y de la micro y pequeña empresa, principalmente del área rural y periurbana del país.
A los empresarios paceños nos complace saber que, como dijo Marcelo Diez de Medina Valle, secretario ejecutivo de Asofin, el trabajo de las microfinancieras va más allá de la incorporación al sistema financiero formal de los sectores más vulnerables de la población; convirtiéndose en fundamental en la reactivación de la micro, pequeña y mediana empresa.

El autor es Economista, doctorado Ph.D. en Relaciones Internacionales, Académico de Número de la ABCE y presidente del Directorio de la UREAL.

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