Dada la coyuntura (y ante la imposibilidad de llevar por lo pronto las elecciones judiciales), al haberse presentado un Proyecto de Ley para que vocales y jueces de Tribunales Departamentales sean “sorteados” y declarados en comisión para asumir cargos de magistrados, vale la pena hacer algunas consideraciones.
En la antigua Grecia, cuna de las ideas democráticas, fueron exploradas diversas formas de gobierno, y entre ellas, la demarquía, o el uso del sorteo para seleccionar autoridades, emergió como una interesante alternativa al sistema electoral.
En las ciudades-estado griegas como Atenas, la democracia adoptó una forma única al incorporar elementos de la demarquía. Los ciudadanos eran seleccionados por sorteo para ocupar diversos cargos públicos, incluidos aquellos de gran importancia política. Esta práctica, destinada a evitar la formación de élites y garantizar la representación equitativa, reflejaba la creencia en que cualquier ciudadano, independientemente de su estatus social, podía contribuir al bienestar de la polis.
Desde la perspectiva histórica, la demarquía en la antigua Grecia simboliza la confianza en la capacidad inherente de los ciudadanos para participar activamente en la toma de decisiones y la administración de la sociedad.
La democracia moderna se ha apoyado principalmente en sistemas electorales, donde los ciudadanos eligen a sus representantes a través del voto. Sin embargo, en la era de la información y la complejidad política, algunos preguntan: ¿puede la demarquía, o el uso del sorteo, ser una opción viable y beneficiosa en la actualidad?
La demarquía puede ofrecer ciertos beneficios que podrían fortalecer la democracia:
Tiene el potencial de garantizar una representación más fiel de la diversidad de la sociedad. Al eliminar el sesgo partidista y los intereses particulares asociados con las campañas electorales, el sorteo podría resultar en una representación más equitativa.
Al participar en la demarquía, los ciudadanos se involucran de manera más directa en los asuntos públicos. Este proceso podría fomentar una ciudadanía activa y consciente, ya que cualquiera podría ser seleccionado para servir en una posición de autoridad.
Al eliminar la necesidad de recaudar fondos para campañas y reducir la influencia del dinero en la política, la demarquía puede ayudar a mitigar los riesgos de corrupción asociados con el financiamiento político.
Sin embargo, la implementación de la demarquía no está exenta de desafíos. Entre las desventajas se encuentran la posible falta de experiencia y competencia en los líderes seleccionados, la inestabilidad y la falta de continuidad en la toma de decisiones, así como la percepción de falta de legitimidad por parte de la población. Además, existe el riesgo de manipulación del sistema, la desconexión con las preferencias del electorado, y la dificultad para abordar decisiones estratégicas complejas. Aunque la demarquía busca evitar la formación de élites, también podría dar lugar a desigualdades y tensiones sociales, lo que resalta la necesidad de un enfoque cuidadoso y contextualizado al considerar este modelo en el diseño de sistemas políticos.
La demarquía no busca reemplazar por completo los sistemas electorales, sino ofrecer un complemento valioso. En un contexto donde la desconfianza en las instituciones políticas y la brecha entre los ciudadanos y sus representantes son desafíos persistentes, la demarquía podría ofrecer una vía para revitalizar la participación ciudadana y fortalecer los cimientos democráticos.
Es importante señalar que la demarquía no es una panacea y que estas desventajas no son necesariamente inherentes al concepto en sí, sino que dependen de la implementación específica y del contexto político y social en el que se aplique. Cada sistema tiene sus propias fortalezas y debilidades, y la viabilidad de la demarquía dependerá de factores como la cultura política, la educación cívica y la estructura institucional de una sociedad.
En última instancia, la reflexión sobre la demarquía invita a considerar nuevas formas de gobierno que equilibren la representatividad, la participación ciudadana y la eficacia en la toma de decisiones. La antigua Grecia, con su experimentación en la demarquía, deja una huella que resuena en el diálogo contemporáneo sobre cómo perfeccionar y adaptar nuestros sistemas democráticos.
El autor es politólogo-abogado y docente universitario.
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