miércoles, julio 24, 2024
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La erosión de las instituciones

Marcelo Valero Alanes

Nos acercamos al bicentenario de la fundación del país con un sentimiento de desesperanza ante el futuro e indignados al ver cómo nos hundimos en niveles de corrupción históricos (una encuesta nos da el tercer lugar continental), que han erosionado absolutamente todas las instituciones, en tiempos en los que el poder político no resuelve problemas, sino que los crea para sostenerse sobre las crisis que provocan, recordándonos las pugnas por el poder de facciones dentro del MNR. Este espectáculo del mal estado del Estado, que afecta la paz social necesaria para el crecimiento económico, impacta también en el espacio de la microsocialidad, surgiendo preguntas como: ¿Qué puede enseñar una madre a su hijo cuando hace lo correcto, pero en vez de ser reconocida es sancionada? ¿Puede un padre enseñar honestidad y esfuerzo cuando se premia la deshonestidad y la mediocridad? Esta sensación es alimentada por el actuar de los políticos que negocian, a espaldas del pueblo, sus recursos y su salud. Por cierto, tenemos los políticos más caros de la historia, que creen que deben ser tratados como rockstars, mientras el pueblo se debate en la inseguridad laboral, la precariedad del sistema de salud y el daño medio ambiental.

La corrupción reinante llena de frustración, porque no da buen ejemplo a los jóvenes, que creerán que pervertir el buen juicio y obrar mal está bien si se saca un provecho individual; parecería que estamos condenados a vivir en el lodazal que han creado los políticos, pero el pueblo no es así. Nuestro país es de gente trabajadora hasta bien entradas las canas, honesta y estudiosa, la fuga de cerebros es testimonio de eso, porque a donde va el boliviano recibe elogios por su trabajo, la disciplina física es cultivada de forma ejemplar y la prueba son todos los deportistas bolivianos campeones mundiales en varias disciplinas (con excepción del fútbol), que nos llenan de orgullo. quienes traen regularmente medallas de oro.

Lo que sucede es que Bolivia adoptó el modelo populista desde la revolución de 1952, con un pacto militar – campesino como transversal, con matices de derecha a izquierda en los grupos que administran el poder y la cosa pública. Ese modelo se ha agotado, pues si bien la democracia de pactos y consensos ha servido en los últimos setenta años para gobernar sobre parcialidades, y las sucesivas Asambleas Constituyentes han actualizado al Estado, en tanto reconocedor de todos los derechos que cada generación trae, pero sigue siendo el Estado virreinal, republicano, centralista.

De hecho, nuestros problemas vienen de no reconocer y asimilar el pasado de una forma armónica con los nuevos elementos incorporados, por lo que la reacción de ciertos núcleos etno-nacionalistas es la de retrotraerse en el tiempo a un pasado re construido ideológicamente; y, aunque los administradores del poder se precien de haber superado las viejas estructuras coloniales y republicanas, lo cierto es que éstas están tan vigentes como cuando se las instauró. Tan solo veamos el acto de vasallaje de las comunidades cuando reciben a un burócrata de alto rango. empleando los usos y costumbres coloniales, como son los arcos con platería, lo que recuerda el homenaje al Virrey cuando entraba a la Villa Imperial de Potosí.

El Presidente llena el espacio del Virrey y trata a los pueblos que no les son adictos de la misma forma que el Inca cuando quiso sojuzgar a los pueblos de tierras bajas. Lo mismo para los vicios políticos de la República, que el filósofo – poeta Franz Tamayo, cuando fuera diputado por La Paz, denominara “banditismo gubernativo” y “tiranía gubernativa”, en su proyecto de Ley Capital, el actuar con arbitrariedad y dolo en los negocios públicos cuando se los administra desde el poder político. Ese es el caso, por ejemplo, de la no publicación de los contratos de las vacunas y el litio, como si se tratara de planes de armas estratégicas, en clara afrenta al ciudadano que no puede acceder a la información, pese a ser un derecho constitucional.

Otro tanto sucede con lo “neoliberal” que sigue vigente en la precariedad laboral de todo trabajador, sea cualificado o no, lo que se quiere enmascarar con una política de subvenciones a insumos de primera necesidad e hidrocarburos. Esto no es novedad, ya que se lo practica desde el 52. La novedad sería que no se constriña al pequeño y mediano emprendedor con impuestos que no le benefician y son más altos que los de la minería.

El abuso de poder que ocasiona la erosión de las instituciones se cortaría reduciendo la capacidad del Poder Ejecutivo (actualmente punta de una pirámide que subordina a los otros poderes) y orientarnos a una democracia parlamentaria. Creo, como Friedrich Nietzsche que: “En todas las instituciones por las que no corre el aire cortante de la crítica pública, la corrupción ingenua crece como hongos” y la corrupción seguirá campeando si no sumamos nuestras voces por una administración transparente de las instituciones democráticas, la información censal y los datos biométricos de la población necesarios para dimensionar correctamente a la población y tener veracidad en el voto, sin interferencias externas. Que nuestro silencio no dé más osadía a los corruptos para actuar en nombre de todos.

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