Dicen tanto el uno del otro que al final acaban diciendo lo mismo, el uno del otro. Ambos resultan ser de derecha (“aliado con la derecha” y de la “nueva derecha”), el uno dice del otro que protegen el narcotráfico; ambos saben cuán corrompido es el TCP para resolver de la forma como desean; ambos judicializan la política, invocan a los movimientos sociales, alegando que los auténticos son ellos; convocan a congresos y cabildos, por un lado, con quechuas, y por el otro con aymaras; el uno y el otro, conocen las trampas de las ánforas y sus resultados.
El hecho es que trabajaron juntos, a veces dicen dislates de grueso calibre, producto de su calentura mental, a tal punto son ambos que no cabe duda: son harina del mismo costal, y se afanan alegando, el uno del otro, que no vienen del mismo trigo. En toda esta trama se desconoce detalles de cuándo el jefe del partido decidió el nombre del candidato, (entre un economista de opaco pasado político, frente al apoyado por las bases, un aymara de doctrina e indigenista); ha tenido que decirle algo más, nadie ha divulgado ese momento trascendental; ¿acaso fue reunión estrictamente privada? ¿Hubo algún compromiso? ¿Qué se dijo sobre la siguiente elección? Aquí está la cuestión, ¿en qué quedaron para las elecciones del 2025?
A pesar de lo mucho que ha crecido la torta de la burocracia, no alcanzó para la militancia, entonces comenzó el descontento, después el arrebato, por algo así de sencillo, hizo crisis la discordia. Se puede contar así la historia: había una vez un movimiento político cuyo jefe pasaba a ser sacrosanto, si le ocurría algo «no saldría el sol»… Los movimientos sociales son el respaldo y custodia para el presidente (como los mosqueteros del rey), lo fueron antes, correspondía que sigan con el nuevo gobierno; sin embargo, la subvención a los dirigentes los convirtió en apoyo sectario y prebendal, en contra del jefe de su partido, haciendo más fuerte al mandatario y su causa.
El uno y el otro, utilizan los movimientos sociales como abanderados portantes de la wiphala, los unos tienen empleo, enfrentados con quienes piden cambio de ministros para tener opciones con la rotación. Entre el uno y el otro, dispusieron a troche y moche 13 mil millones de dólares de las RIN, obviamente da para pensar.
Ante todo esto, surge la pregunta ¿existe otra opción? No, solamente alusiones difusas, mencionadas de vez en cuando. Entonces invade un desvalimiento, como cuando sopla un ventarrón fuerte y no hay donde arrimarse, es un páramo donde ni ramas existen, buscas, miras, oteas, nada hay, ni nadie, solamente promesas desvaídas, remotas.
Así las cosas, se reflexiona y conjetura acerca de quién será la minoría esta vez, augurios no son deseos, cuando el viento sopla del norte las ramas se rinden al sur. ¿Será acaso la derecha? (Ya está acostumbrada). Apremia el devaneo, exaspera la confusión, son millones de conciencias que jugarán como electores para resolver la situación, teniendo en cuenta que no solo piensan diferente, su visión está confinada en los extremos, rebozada de fanatismo, de fundamentalismo pragmático, más aún de aquellos que trabajan para el gobierno; nunca fueron tantos, ahora pasan del medio millón.
Se dice que algunos personajes políticos están perdiendo vigencia, tal extremo puede ser verdad, lo importante es cómo se comportarán los votos, ¿los que ahora gobiernan mantendrán los 3.3 millones?, es tema que entra en el campo de la probabilidad, los votantes en su pendular elección solo tienen dos opciones: la izquierda o la derecha.
A propósito de derecha, hasta ahora es solamente una categoría de probable existencia que tiene su cálculo propio para definir su cariz (acaso indecisión, miedo, ¿por qué no?, este país está gravemente dañado), si gana la izquierda seguirán los arrumacos con China, si gana la derecha llegará el FMI. Todas son cavilaciones y la voz interior que revuelve el pensamiento inquieto, estando escrita es mejor.
El autor es periodista.