El gobierno del presidente Luis Arce Catacora lanzó hace algún tiempo un ambicioso y optimista programa de industrialización. Pero si la oferta cayó en saco roto, fue debido a la aguda crisis económica por la que atraviesa el país, debido a imprevisiones de los gobiernos del MAS. Asimismo, dicho plan carece de financiamiento, es a largo plazo y si llegara a funcionar, daría lugar a otra serie de “elefantes blancos”, nos referimos a empresas estatales que consumen recursos económicos de las arcas nacionales y solamente dan pérdidas ahora.
En ese sentido, mientras los imaginativos inventores de ese plan levantan castillos al aire, la realidad se muestra contraria a lo ofertado, ya que lo que está ocurriendo actualmente nada tiene que ver con los sueños dorados de sus “inteligentes” propiciadores.
En efecto, en primer lugar, las empresas industriales del país, tanto privadas como estatales, por falta de dólares ahora no pueden importar repuestos, maquinarias e insumos que no produce el país. Tal situación de carestía y parálisis paulatina se debe a pasadas políticas económicas de despilfarro en la época de las vacas gordas, cuando recibíamos ingentes cantidades de dinero por la venta de gas a países vecinos, así como por numerosos casos de corrupción, gastos innecesarios, y muchos otros factores.
Esa falta de divisas norteamericanas deteriora la economía nacional y, en forma específica, la falta de insumos y herramientas de importación está paralizando no solo a la industria del país, sino también a otros sectores productivos y comerciales, lo que conduce a la nación a una situación catastrófica, más a corto que a largo plazo.
En esa forma, se confirma que una cosa son las ofertas demagógicas de los politiqueros y otra, muy diferente, la que tiene que ver con ofrecimientos sinceros y realistas. En todo caso, la población del país requiere no solo promesas de emprendimientos para reactivar la economía nacional en el futuro, solamente para ganar votos en las elecciones generales del año 2025 y después decir que “nunca habían ofrecido” esas obras soñadas.
Así, al presente la industria nacional está soportando los peores momentos de su existencia, por falta de apoyo real para evitar su reducción, migración o desaparición. Por el contrario, otros sectores sociales, que no aportan riquezas al país, pero son afines al oficialismo, reciben toda clase de beneficios y respaldos. Se da así preferencia a lo anormal y no a la economía legal y formal que en el pasado recibía un mejor trato, por ser fuente de empleos formales y desarrollo para el país.
Por todo ello, de seguir así la conducta gubernamental masista, no solo que no será realidad el pregonado “proceso de industrialización”, sino que las pocas industrias que quedan en el territorio nacional comenzarán a dejar de operar, en desmedro de la mayoría de los bolivianos.
Desindustrialización del país en marcha
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