sábado, julio 27, 2024
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Visión del gobernante y su pueblo

Mario Malpartida

La visión estratégica es como mirar en perspectiva un horizonte de años (pueden ser cinco, tiempo de un gobierno constitucional), imaginar cómo se adecuarán las cosas, según sea el comportamiento de las variables económicas que se incluyan en un plan de acción; es preventiva, permite anticiparse a los hechos, es como mirar el futuro en presente; moldear la economía para provocar que el comportamiento de las actividades suceda de manera deseable.
Vislumbrar los hechos para evaluar el efecto de las medidas que se planea aplicar; inventar el futuro para crear un destino. Visión estratégica es conocimiento, experiencia y sabiduría. Requiere también de una acertada y pertinente comunicación, para compartir con el pueblo el contenido de esa visión, orientándole para que construya su propio camino, compatible con la proyección oficial –ambiciosa pero realista–. Divulgando los valores de cohesión social para construir la confianza institucional, y enrumbar las acciones que acompañen una visión compartida entre el gobernante y los ciudadanos, haciendo común una visión colectiva del bienestar, o como se denomina el “vivir bien”.
Visionario tiene que ser quien quiera gobernar. Cuando surjan los candidatos para presidente, diputado o senador, entonces el elector tiene que ser exigente, esquivo y cuestionador, que no le vengan con «charlas de peluquero», repitiendo con aire docente y achacosamente lo que ya se publica y conoce, con una inacabable y superficial adjetivación: corrupto, inepto, narcotraficante y demás decires, intentando impresionar sobre que como candidatos son buenos, confiables y elegibles; para tal caso corresponde que los pretendientes expliquen su visión del país, qué proponen, cuáles son los objetivos, metas y resultados (puentes, hospitales caminos y escuelas son perogrullo barato), que hablen con propiedad del comercio exterior, (cuántos miles de toneladas serán después de un año), las RIN con cifras (cuántos millones serán a tal fecha), las utilidades de las empresas públicas –si las mantienen o cierran–, que digan sus puntos de vista sobre el litio, el hierro y el oro, en cantidades…
Basta de candidatos a parlamentarios hablando de construir calles, parques o plazas, su visión es normativa, serán legisladores, por lo mismo conocen los problemas que tiene el país, a ellos les corresponde hablar de los proyectos de ley que propondrán para resolver las crisis. Al mismo tiempo que renovar su credo para ser custodios de la voluntad del pueblo, y profesión de fidelidad a esa voluntad para fiscalizar al mandatario y sus ministros. Esa debe ser su visión en la hora de ofrecer sus servicios (por demás bien pagados).
Acaso parezca extraña esta propuesta para valorar al discursante, pues no, solamente es copia de lo usual en países de tradición democrática. Si el candidato tiene un discurso impreciso, confuso, merodeador, ese candidato no sirve, es un charlatán demagogo. Señor candidato, ¿cómo ve a Bolivia al final del año 2026? El candidato expondrá su visión estratégica sobre realidades posibles, a dónde quiere llegar; ya no más respuestas de vivezas evasivas: “resolveremos como mejor convenga al pueblo” y otra cantidad de eslóganes acuñados en este país hace decenas de años, ese tiempo se acabó.
Los aspirantes a presidente o parlamentarios tienen las ideas claras, por eso buscan ser elegidos, ¿o acaso pretenden iniciar una aventura a un mundo por ellos desconocido, solamente con discursos frenéticos y pintorescos, pero mediocres? También es indispensable el cambio de actitud y criterio de quien tiene la potestad de elegir; quizá no sea de impacto, pero esta frase puede servir: «si no hay cambio, yo cambio y habrá cambio», es muy cierto, haga la prueba y verá.

El autor es periodista.

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