Está tan venida a menos la política boliviana que a poco más de un año y medio de las elecciones presidenciales de 2025, tan solo se perfilan probablemente dos candidatos: Luis Arce Catacora y Evo Morales Ayma. Para colmo, ambos personajes militantes de un mismo partido fracturado: el MAS-IPSP, hoy conocido como el MAS-Evista y el MAS-Arcista. El MAS detenta el poder desde enero del 2006, con el breve interregno de casi un año en que lo ocupó Jeanine Añez, lo que significa que ni siquiera el MNR ni ningún régimen de las Fuerzas Armadas ha podido superarlo en permanencia en el poder.
Pero la política está tan degradada, tan embarrada por el MAS, se ha tornado tan peligrosa, que hasta hoy no se vislumbra un candidato de la oposición, que no sea uno del propio MAS, con Evo Morales, como principal opositor. La sigla del MAS-IPSP ha vencido en las cinco últimas elecciones generales, con acusaciones de fraude, pero ha ganado. Por lo tanto, aunque Arce no es oficialmente candidato y Morales ya se ha lanzado al ruedo, ambos saben que para ganar se necesita de la sigla, con mayor razón todavía si desde la oposición tradicional aún no ha aparecido un candidato y más aún si esa oposición está dispersa y, que se conozca, hasta enemistada, por lo menos en una plaza tan importante como Santa Cruz.
Por lo tanto, hasta que no aparezca pronto un candidato opositor serio, la lucha electoral se va a circunscribir a quien se queda con la sigla del MAS, porque esa tiene grandes oportunidades de ser la carta de triunfo. Muchos opinan que, finalmente, tanto el “arcismo” como el “evismo” están tranzados en una pugna mentirosa y que en el momento de la verdad se van a unir. Pensamos más bien lo contrario, que aparecerán dos MAS, como aparecieron dos y hasta tres MNR. El dueño del MAS no va a salir de un congreso ni de una asamblea del partido porque el perdedor no lo va a reconocer. A fin de cuentas, tendrá que ser el Tribunal Electoral quien tenga que definir qué sucederá con la sigla mágica. Pesada encomienda que ya ha empezado a manosearse con el único propósito electoral.
Hasta hace un año se podía pensar que Arce y Morales estaban farsanteando con su rivalidad. Se lanzaban algunos dardos sobre la deslealtad y la cobardía, que eran superables. Pero Evo Morales se metió con la familia de Arce, asimismo le dijo que era un traidor y varias cosas a las que el cocalero está acostumbrado decir sin empacho. Arce no le respondió sino “subliminalmente” en alguna concentración. Pero, desde las altas esferas, desde el propio gabinete ministerial, desde la Asamblea, se mencionó el narcotráfico, las pésimas inversiones, la huida a México, y ese hijo que no aparece por ningún lado pero que ha nacido según el Registro Civil. Recurriendo a su arma más poderosa, Morales ordenó el largo bloqueo de la carretera Cochabamba-Santa Cruz, causando un perjuicio enorme a la economía nacional, afirmando, desde el fondo del Chapare, que él no se había enterado del cerco carretero, que eran cosas del pueblo indignado que él no podía evitar.
Ahora las acusaciones han subido de decibeles y las sindicaciones contra Morales están llegando, no sin razón, a responsabilizarlo de la ejecución extrajudicial de tres personas en el hotel Las Américas y el secuestro, extorsión y torturas, contra 39 ciudadanos, casi todos cruceños. Chantajes que se proyectaron hasta a los familiares de los detenidos bajo acusación de separatismo que jamás se confirmó. El asalto al hotel Las Américas se produjo a las 4 de la mañana del día 16 de abril del 2009, en pleno gobierno de Evo Morales y fue una masacre perfectamente planificada y armada por quienes mandaban entonces. Desde aquellos tiempos nadie ha dudado que los asesinatos no se hubieran cometido sin la autorización de Evo Morales, pero desde el poder se pueden montar todas las triquiñuelas para detener las acciones judiciales que le afecten. Fue así que la Fiscalía cerró el caso y archivó obrados y tiempo antes, el fiscal que estaba a cargo de las investigaciones, Marcelo Sosa, de inicuos antecedentes en Santa Cruz, huyó al Brasil donde aparentemente consiguió refugio.
No cabe duda de que la masacre del hotel Las Américas entrará en la balanza de quienes actualmente luchan por el poder y por absorber las siglas del MAS. Sin embargo, no se puede ignorar que, aunque Morales haya declarado su culpabilidad en Venezuela, expresando delante de Chávez y de Raúl Castro, que él ordenó la matanza contra un grupo de mercenarios separatistas (“a confesión de parte, relevo de prueba”) los ejecutores materiales no escapan de sus responsabilidades y eso va a salpicar también a muchos funcionarios “arcistas” que tendrán que contar su cuento en los tribunales.
Eduardo Rózsa Flores, Árpád Magyarosi y Michael Dwyer, asesinados a tiros mientras dormían en el hotel Las Américas, le están echando su resuello helado en la nuca a Evo Morales, 15 años después de que fueron ejecutados. Antes de que la Fiscalía conforme la comisión de fiscales que va a llevar a cabo las investigaciones de los crímenes, Evo Morales ha sospechado que los cañones le apuntan a él y ya se adelantó a manifestar: “…que me citen, no me voy a presentar; que me metan a la cárcel”. Ya verá la justicia si tiene que pasar el resto de su vida en prisión o no.
Dos candidatos tras una sigla
Manfredo Kempff Suárez
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