Es conocida la versión de que visitantes nacionales o extranjeros que llegan por vuelos aéreos a la ciudad de La Paz, quedan maravillados por el paisaje que observan desde las alturas. Es decir, una urbe levantada en una hondonada, cuyos bordes están llenos de casas de pisos, hasta en cerros. Y al fondo con un majestuoso nevado, el Illimani.
Sin embargo, para los nacidos en estos lares, esa expansión urbana resulta caótica, pues la construcción de viviendas por doquier ha provocado la desaparición de vegetación y cursos de agua, en el pasado tan apetecidos para vivir y disfrutar de sus bondades. Y es que, con el paso de los años, el crecimiento poblacional, debido, particularmente, a que en nuestra ciudad están los poderes del Estado, ha ocasionado que mucha gente de diversos departamentos, decida venir en busca de mejores condiciones de vida.
Por tal crecimiento sin planificación, hoy tenemos pocas vías centrales y muchas calles angostas, las cuales, por otra parte, han sido invadidas por toda clase de vendedores, haciendo que el tránsito de peatones y motorizados sea bastante problemático, es decir, con frecuentes embotellamientos, sin que aparezcan agentes de tránsito para resolver problemas. Los atolladeros ponen de muy mal humor a conductores de motorizados públicos y privados y a los ocasionales pasajeros. En consecuencia, otros medios de transporte, como los teleféricos, no han solucionado en gran parte el mencionado conflicto vial.
No obstante, la situación llega a niveles intolerables cuando, además, surgen las marchas callejeras y bloqueos de sectores sociales que consideran que no han sido atendidas sus diversas demandas. En los últimos días, han salido a protestar personal sanitario, maestros y universitarios debido al intento gubernamental de llevar adelante una discutida “jubilación forzosa”, o trabajadores municipales que acusan al Alcalde de nuestra ciudad por malos tratos. También discapacitados trataron de llegar a la Plaza Murillo. En realidad, puede surgir descontento en cualquier lugar del país y si no hay atención del gobierno nacional, las marchas llegan indefectiblemente a nuestra urbe y generalmente con uso de petardos y dinamita, sin respeto a quienes viven en La Paz, los que sufren enormes perjuicios no solo económicos, sino psicológicos por estrés e intranquilidad social.
A pesar de que desde la opinión pública permanentemente surgen reclamos por la excesiva concentración del poder en la sede del gobierno o por la falta de aplicación de normativa para evitar la alteración pública con violencia, las autoridades locales o nacionales muy poco hacen para que situación tan molesta no afecte a los habitantes paceños. ¿Hasta cuándo sectores sociales tendrán que venir a nuestra ciudad y organizar marchas y bloqueos para ser escuchados? ¿Será que las autoridades locales y nacionales de cada rubro no tienen capacidad para prever conflictos y evitar que La Paz sea víctima permanente de convulsión social?
La Paz, víctima frecuente de conflictos sociales
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