Comience por volver la paz a nuestro hogar, lo que conlleva considerarse y quererse, para ser los inventores de la reconciliación de uno consigo mismo.
Reconstruir la confianza y modificar el estilo de movimientos, debe ser nuestro afán y desvelo. De entrada, me emocionan esas personas que son forjadores de humanidad, que cultivan tanto el buen decir como el obrar, en su itinerario viviente. Andamos necesitados de ternura, pues activemos la corrección. Un homenaje a los soñadores, a los artífices del cambio en todo el mundo, que hacen gala de la innovación, de la creatividad y el emprendimiento. En este sentido, tanto los jóvenes como los mayores no sólo son ciudadanos con igualdad de derechos, sino también poderosos agentes de trasformación, cuyas voces deben ser plenamente escuchadas. Sin duda, toda aportación al servicio de la vida y del bien común, nos imprime un bienestar singular inenarrable.
Realmente, son estas acciones realizadas de corazón a corazón, las que nos animan a levantar la mirada y a navegar por nuestros interiores, que es por donde debe empezar el reencuentro, para poder llevar amor allá donde no lo hay, poniendo además comprensión en donde sólo se hallan absurdas contiendas. No queremos seguir viviendo así. Necesitamos un planeta seguro y unos moradores más poéticos que poderosos. Es necesario que retorne la concordia y que, al mismo tiempo, ésta se instituya sobre bases muy sólidas. Comience por volver la paz a nuestro hogar, lo que conlleva considerarse y quererse, para ser los inventores de la reconciliación de uno consigo mismo. Tenemos que conseguirlo: Querer hacerlo es poder llevarlo a buen término.
Conciliados es como se puede aliviar la pobreza, reducir las emisiones y mejorar la salud, promover la igualdad y apoyar el desarrollo sostenible en todo el orbe. Precisamente, a lo largo de la historia, el ingenio y la lucidez del ser humano, las ideas y el descubrimiento de nuevos horizontes, nos han permitido superar los retos y avanzar. Para volver al buen camino y alcanzar los nuevos anhelos, tenemos que aprovechar la aportación colectiva como elemento impulsor para liberar tensiones y capturar latidos existenciales, a fin de afrontar esos desafíos mundiales comunes a todos. Por cierto, en referencia a estas situaciones complejas, en demasiadas ocasiones se pone de relieve la falta de un servicio de asistencia social específico para los desfavorecidos.
El mundo de la marginalidad está ahí, en cualquier esquina del planeta. Lo mismo sucede con el ciclo de represalias, o con las destrucciones insensatas, hay que poner orden y conjugar el amor como bandera. Indudablemente, el eficiente soplo solidario conjunto, forma comunidades fraternas, que es lo que da una verdadera alegría de vivir; y, al mismo tiempo, debe permitir a todos los pueblos el llegar a ser autores de su destino. De ahí, lo sustancial de ir tejiendo vínculos entre todos para lograr un cambio, no únicamente ambiental sino socioambiental, para generar atmósferas armónicas y un mejor saber acompañarse. Seguramente tendremos que diseñar otros modos de transitar por aquí abajo, al menos para ayudar a reducir los costes de producción y el impacto circunstancial.
Los bocetos del futuro serán obligatoriamente ecológicos, y el sistema de propiedad intelectual alentará a los proyectistas a fabricarlos, acogiendo la protección de los esbozos originales contra la copia e imitación no autorizada. Seamos auténticos. No olvidemos que la capacidad de la humanidad para crear e innovar es ilimitada. Es un recurso humano vital con un potencial vivencial, que no conoce de edades ni de espacios. A mi juicio la situación no es fácil para nadie, las sombras del mal están por todos los rincones, lo que nos demanda a enfocar la labor desde una cultura del encuentro, creando redes, ayudándonos unos a otros. Sea como fuere, tenemos que salir de la era del caos, con nuevos procesos de acción vinculada, a partir de un espíritu de motivación en valores. A estimarse, luego.
Víctor Corcoba Herrero es escritor.
corcoba@telefonica.net