sábado, noviembre 2, 2024
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El Parlamento no representa al pueblo

Mario Malpartida

La forma de elección para el Parlamento es imperfecta, por cuanto son los partidos políticos que elaboran sus listas con integrantes del mismo partido político. Cabe preguntar si la decisión está fundada por su lealtad al partido, o su vocación de servicio al pueblo. Aquí surge el primer dilema. ¿Será posible ambas cosas? Así debiera ser, si acaso el gobierno se dedicara a servir al pueblo. (Desde un punto de vista político, el pueblo son las personas que forman parte del Estado, sin distinciones de género, raza, religión, nivel económico o social).
Por tanto, el pueblo no es divisible, es único. Pueblo son: liberales y socialistas, campesinos y fabriles, mineros y petroleros, fruteros y profesionales, con dinero o sin dinero, todos somos pueblo.
Entonces, resulta hasta un contrasentido esperar que los parlamentarios elegidos asuman independencia y pluralismo ideológico proponiendo leyes que sean de necesidad nacional, y apliquen el mismo criterio cuando las normas lleguen enviadas por el Poder Ejecutivo. Y que al ser aprobadas sean expresión de intereses comunes. Cuando Montesquieu propuso la separación de poderes, no dijo cómo deben conformarse sus órganos. Se menciona muy claro que el Legislativo es la representación del pueblo, y que no sean personas que se preocupan de “asegurar sus goces y velar por su suerte”, que no sean sometidos a las instrucciones del partido y representen a todas las clases sociales e ideologías: mayorías y minorías.
De no ser así, los elegidos cometen “desviación de poder”, que se refiere al uso de potestades al margen de la finalidad: el bien general. No es de ahora esta modalidad representativa y sus defectos, siempre ha sido así, aunque más visible en los últimos veinte años (para no ir más atrás), con partidos de derecha o izquierda. Así fueron bajo la “democracia pactada” y son bajo el “proceso de cambio”. El alias (qué bien les viene) de “levantamos” es la expresión objetiva de cuanto sucede en las cámaras del Legislativo. En las circunstancias actuales. es el órgano que da más relumbre al Ejecutivo, y por el mismo sistema vigente el Legislativo propone a miembros para el Órgano Judicial, esto se llama sin disimulo “corrupción política”.
A veces se escucha decir, en tono quejoso, que las cosas no debieran suceder de esa manera, “por algo son representantes del pueblo”. Aclarar entonces que el poder, como autoridad, y sus órganos, como instituciones, son diferentes. Pueblo y población también. Si como se dice, el poder emana del pueblo y no debe concentrarse en una sola persona, en un solo poder, (de eso se trata), el tema sigue siendo espinoso: cómo se constituyen para usar ese poder sin los riesgos que ahora los abate.
Las mayorías tienen parlamentarios elegidos por las fórmulas partidarias, como son las minorías (escasas y difusas, además de sensibles al cohecho, acaban por dilapidar el contrapeso y restar balance de poder). Porque al final la producción de normas legales es el resultado del predominio de la ideología gobernante; inclusive cuando la minoría alcanza una bancada adecuada para enfrentar al poder, le falta carácter y habilidad para construir oposición, en cuyo caso queda la duda sobre si acaso le interesa el pueblo, o finalmente sucumbe a la tentación de aceptar prebendas y beneficios, y lo que sobra de honroso ya no alcanza…
En tal caso el ciudadano se pregunta si hay alguna razón que justifique tal actitud, o acaso se trata de hábitos mal habidos, inspirados por la contienda política, donde, como en el amor, todo puede valer. Y como sucede a menudo, falta honestidad para reconocer, hidalguía para conceder la razón; abandonar la posición sectaria por siglas y bancadas en el decurso de hegemonías ideológicas, abusando de una dudosa representatividad.
¡Representan al pueblo! es una frase vacía, se dice con ansiedad, es un deseo incumplido, y cuando se alega que es constitucional, porque fueron elegidos en las urnas por voto universal; eso sucedió hace tiempo, en el presente se puede decir: no está en buenas manos, así como tampoco representan al pueblo.

El autor es periodista.

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