miércoles, julio 24, 2024
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Concursos de cohetería

David Foronda H.

“Es así que, cuando no había bloqueos de calles o marchas de protesta en las cuales predominaban los estallidos de dinamita en vías públicas, fuera de otras acciones fatales que no dejaban de ser usuales, venía a parecerle al conjunto –a la sociedad– una situación “rara”, ante lo cual se daba curso a infundadas y extrañas suspicacias que le hacían conjeturar: “algo está pasando”. Así señala un fragmento del libro “Hambre canina” (2020), reflejando aquellas situaciones que casi a diario tiene que soportar La Paz, a las que virtualmente ya se habría “acostumbrado” la población, llegando al extremo de que cuando tales hechos no suceden, pareciera que la gente se preguntase: “alguna cosa está sucediendo”.
Sobre el feroz uso de potentes cohetes, que también lo hacen recurrentemente, refiere: “pertrechados o aprovisionados de una buena cantidad de petardos, más era el ruido que los resultados, pensé, a tiempo de esbozar una sonrisa cuando junto a un amigo evoqué, para llegar a la certeza de que tales expresiones callejeras más semejaban concursos de cohetería que otra cosa. Me persuadí de que, desde esos períodos hasta lo que vivimos hoy, todo se reduce a ver quién mete más bulla y ocasiona mayor hastío a la ciudadanía de a pie, con el uso a discreción de semejante parafernalia”.
Lo anterior, y mucho más, está reflejado en esa obra de mi autoría, como fruto de las observaciones de nuestra realidad. Hay preguntas, quizá sin respuesta: ¿quién o quiénes financian la provisión de decenas de cajas de ese explosivo?, ¿se hace necesaria la brutal actitud de alarmar a la colectividad, sobre todo a la gente de la tercera edad, mujeres gestantes, niños y otros que sufren una serie de problemas de salud, que van del estrés, cardiopatías, presión alta y demás? Debemos imaginar que, esos casi diarios “concursos de cohetería”, están en la búsqueda de ganadores, y los “premios” recaerían en aquellos que meten toda la bulla que puedan, con millares de estruendos de potentes cohetes, y por cierto atemoricen más a la colectividad en esta “hoyada”, donde repercuten con mayor fuerza tales estallidos. Por supuesto que los perdedores somos todos.
La ciudadanía también se pregunta ¿se puede regular esa utilización nociva de cohetes, “cachorros” de dinamita, y otros, para velar por el sereno transcurrir en las vías públicas?, ¿y qué ente público debiera cumplir aquello?
Es indudable que a esta urbe cosmopolita es necesario devolverle su calidad de vida, por cuanto ello redundará en una mejor salud para la sociedad, además de un repunte del turismo, pues el visitante foráneo podrá hallar tranquilidad y seguridad. Lo contrario significará continuar viviendo en el barullo e incluso la barbarie.

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