miércoles, julio 3, 2024
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¿Estamos cerca del populismo?

Rolando Coteja Mollo

En el complejo panorama político global, el populismo ha surgido como una fuerza influyente que desafía las estructuras tradicionales y redefine el paisaje político.

El populismo, como fenómeno político, a menudo surge en contextos de descontento social y político, donde las masas se sienten alienadas o marginadas por las élites gobernantes. En este escenario, los líderes populistas emergen como figuras carismáticas capaces de capitalizar ese malestar y canalizarlo hacia un movimiento político. Estos líderes se presentan como la voz auténtica del pueblo, en contraposición a una élite corrupta o desconectada de las necesidades y preocupaciones de la gente común. Utilizan un lenguaje accesible y emocional para comunicarse con las masas, simplificando los problemas complejos y ofreciendo soluciones directas que resuenan con las emociones y las aspiraciones del pueblo.

La división binaria entre «nosotros» y «ellos» es una característica central del discurso populista. Esta dicotomía simplista polariza la sociedad y fomenta la confrontación entre diferentes grupos sociales y políticos. Los líderes populistas tienden a pintar a sus oponentes como enemigos del pueblo, perpetuando así la percepción de una lucha entre el bien y el mal, lo que puede exacerbar la hostilidad y la desconfianza en la sociedad. En lugar de abordar los problemas de manera racional y constructiva, el populismo se basa en la manipulación emocional y la retórica incendiaria para consolidar su base de apoyo y mantenerse en el poder.

Por otra parte, la desconfianza y el menosprecio hacia las instituciones democráticas son rasgos comunes en los líderes populistas. Ven a estas instituciones como obstáculos para su agenda política y como herramientas de las élites corruptas que buscan mantener su control sobre el sistema. Los líderes populistas a menudo buscan debilitar la independencia y la credibilidad del poder judicial, los medios de comunicación independientes y la sociedad civil, socavando así los pilares fundamentales de la democracia. Además, recurren a políticas clientelistas para asegurar el apoyo de sectores específicos de la sociedad, distribuyendo beneficios y favores en lugar de promover políticas públicas basadas en el interés general y el bienestar de toda la población.

Identificar países con tendencias «populistas» es un ejercicio complejo, sujeto a diversas interpretaciones y enfoques. Algunos ejemplos incluyen Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, cuya retórica antiestablishment, polarización política y liderazgo carismático se destacaron, promoviendo un discurso nacionalista y antiinmigrante. En Brasil, Jair Bolsonaro ha sido catalogado como populista debido a su discurso polarizador, estilo autoritario y enfoque en la lucha contra la corrupción y la delincuencia, promoviendo políticas conservadoras en seguridad pública y derechos humanos.

En Venezuela, durante los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, se observó un populismo de izquierda, caracterizado por un discurso antiimperialista y antioligárquico, con promesas de empoderar a las clases populares y redistribuir la riqueza mediante programas sociales y nacionalizaciones. Argentina, bajo el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y su sucesor, Alberto Fernández, también ha mostrado elementos populistas en su retórica antielitista, polarización política y políticas económicas intervencionistas, como controles de precios y subsidios masivos.

Asimismo, Hungría, liderada por Viktor Orbán, ha sido criticada por su liderazgo autoritario, retórica nacionalista y políticas antiinmigración, socavando las instituciones democráticas y limitando la libertad de prensa y la independencia judicial.

La caracterización de Bolivia como «populista» es un tema complicado y puede depender de diversos factores políticos, económicos y sociales. Si bien el país ha experimentado momentos y líderes políticos con ciertos rasgos populistas, como la retórica “antisistema”, la polarización política y el enfoque en la conexión emocional con las masas, no se puede hacer una afirmación categórica.

Hemos pasado por cambios significativos en la escena política en los últimos años, incluida la presidencia de Evo Morales y el gobierno interino de Jeanine Áñez, cada uno con enfoques políticos y estilos de liderazgo distintos. Si bien Morales fue considerado por algunos como un líder populista por su discurso enérgico y su apelación directa a las clases populares, su gobierno también implementó políticas sociales y económicas que buscaban beneficiar a los sectores más vulnerables de la sociedad.

Por otro lado, Áñez se centró en la restauración del orden democrático y la estabilidad política después de la renuncia de Morales en medio de controversias electorales. Durante su breve mandato, se adoptaron medidas para convocar nuevas elecciones y restaurar la confianza en las instituciones democráticas del país.

En el gobierno de Luis Arce, es necesario observar de cerca tanto las políticas implementadas como su estilo de liderazgo para determinar si muestran tendencias populistas. Sin embargo, debido a la complejidad del escenario político actual, cualquier afirmación definitiva sobre si su gobierno es populista o no requiere un análisis más exhaustivo y cuidadoso que considere diversos aspectos políticos, económicos y sociales, que anteriormente fueron señalados.

 

El autor es politólogo-abogado y docente universitario.

rcoteja100@gmail.com

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