sábado, agosto 31, 2024
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La falta de divisas empeora la crisis

Hace algunos años, Bolivia hacía exportaciones de materias primas con altos precios y pudo acumular reservas en dólares que permitían la importación de máquinas, repuestos, alimentos, etc. Esas reservas económicas llegaron a 15 mil millones de dólares. Pero los precios de los productos de exportación bajaron y las reservas del Banco Central cayeron últimamente a alrededor de 1.500 millones de dólares. Lo peor es que en la época de las vacas gordas, cuando vendíamos grandes cantidades de gas al Brasil y la Argentina, hubo enorme derroche de ese dinero.
Entonces, cuando la producción de gas “ha tocado fondo”, el Gobierno empezó a verse en figurillas, ya que las reservas monetarias cayeron aún más y el comercio importador de productos y el mismo Estado se encontraron en un callejón sin salida, consistente en que el Banco Central no tiene suficientes divisas para transacciones con el exterior. Había llegado a su fin la etapa de bonanza, que duró más de una década, cuando no se previó lo que podía ocurrir cuando terminara la etapa gasífera y cayeran los precios de exportación de minerales y otros productos.
Ese proceso de decadencia pudo ser evitado con la adopción oportuna de medidas de previsión, pero como eso no sucedió, ahora el Estado Plurinacional carece de suficientes dólares para atender las necesidades nacionales, de empresas que los necesitan para diversas operaciones financieras. Lo grave es que no se vislumbra soluciones a corto plazo.
Ciertamente, muchas empresas bolivianas generalmente trabajan con insumos provenientes del exterior. Pero ahora no tienen dólares para adquirir máquinas y materias primas de toda clase. ¿Qué hacer con un Estado sin las divisas necesarias y que no tiene formas seguras de obtenerlas? En efecto, si no tiene dólares para vender, los compradores son obligados a obtenerlos en el mercado negro. Entonces, rige la oferta y la demanda, por lo que el precio del dólar fluctúa, llegando a ocho o nueve bolivianos, con la amenaza de seguir subiendo.
Así, se ha creado el dólar paralelo. Es más, el gobierno impone una serie de trabas que hacen que suba el precio no oficial. Eso es lo que preocupa. Los empresarios importarán productos con precios treinta o cincuenta por ciento más altos. En consecuencia, serán más caros sus productos y los consumidores tendrán que soportar ese encarecimiento o inflación galopante. Por ello la política monetaria del país hace subir los precios de la canasta familiar, en un nivel que ya pasó del 30 por ciento o más.
El problema está en que el Estado Plurinacional es irresponsable y el pueblo pagará los platos rotos, pues deberá ajustarse los cinturones y hacer nuevos agujeros a sus cofres. Esto no ocurriría si los gobiernos de los últimos veinte años hubiesen adoptado la política del ahorro y la conversión de dinero en capital para hacer florecer los campos con cultivos y apoyando a las empresas industriales. Pero hoy, ¡nubes negras son vistas en el horizonte!

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