martes, julio 23, 2024
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Entre el Gobierno y la pared, así van las cosas

Mario Malpartida

Instalados como estamos en este tiempo y país, el Gobierno y la pared provocan ansiedad e impotencia, generan inseguridad en la hora de tomar posición. La oposición, qué duda cabe, puede ser por mérito propio la pared. Damocles tenía sobre su cabeza una espada como amenaza constante. La espada simboliza violencia, peligro, advertencia. Damocles solo pensaba en el peso de esa espada colgada de un pelo de caballo, al caerse terminaría su vida al instante.
Dicen que vuelven días inhóspitos, aunque el Gobierno alega que todo va bien, se debe ignorar a Damocles, la espada no es real, porque de existir caería al bolsillo de las familias, cortaría la libertad. Por el contrario (aclara la versión oficial), se debe tener presente que la inflación es baja, existe ocupación laboral expectable (80%), con tendencia a mejorar. Los bancos disponen de dólares, los tienen escondidos, y los exportadores soslayan las divisas incumpliendo compromisos, “porque ahora les toca resolver la situación, pues el gobierno lo hizo por muchos años” (A decir de un expresidente). Además, el legislativo confabula y demora la aprobación de leyes que permitirán financiar recursos para ejecutar proyectos,
El Poder Ejecutivo, según su propio decir, hace lo que es debido, en todo; si hubiera alguna objeción o desacierto sucediera, los responsables serán la derecha coligada con la oposición y algunos opinadores que apuestan por nubarrones grises que más bien son deseos para justificar sus agüeros. No existe el tan mentado abuso de poder, prueba de ello son la tolerancia a la protesta y bloqueo, el continuo e injustificado descrédito de alguna una prensa contra el mandatario y los ministros. Tan cierto es que se trabaja por el país, que se inauguran obras públicas de beneficio social, y el emprendimiento de nuevas empresas del Estado para la industrialización y sustitución de importaciones.
El verdadero dicho es “entre la espada y la pared”, la ocurrencia en este caso está en otorgar la supremacía al Estado en su mejor expresión, por tanto, no existe la tal espada: ¡palabra de gobierno! Así y todo, la percepción colectiva no es firme, hay un algo que merma confianza, late como presentimiento, falta complicidad, algo parecido a un sexto sentido; como dice la canción “quisiera, pero no puedo”. Por eso, mirando al frente en un por si acaso, desde un lóbrego recinto se alcanza a distinguir una sombra de gente agrupada; una voz cautelosa pronuncia: eso que se logra ver borroso es la oposición. Con razón, se escucha hablar de esa sombra con inquietud y desconfianza. Y llega la pregunta lógica ¿quién le produce la sombra?, recordando el párrafo de una conocida novela que por oportuna alusión mencionamos: “titiritero de sombras, domador de polillas” (“Rayuela”, de Julio Cortázar).
Además, cada vez son menos, pues cambian de vereda, una suerte de trans-partidismo, que en tiempo de elecciones volverán a ser de la misma sigla con la cual ganaron escaño. Y no solamente eso, pretenderán ser candidatos, cosa que no asombra: eso se llama constancia. Hicieron de meteoritos para arreglar una elección en el Senado, haciendo el risueño papel de Cándido (el optimista que cree a pies juntillas que el “mundo es un paraíso”), esperaron que el elegido cumpliera (no te he visto, no me acuerdo), siguen esperando (“Cándido”, Voltaire, Editorial Ariel). Con todo eso, parece que la pared carece de buena reputación.
Así como van las cosas persiste el dilema. La espada se defiende con furor y virulencia, dice que todo está bien; el aparente problema, es sobredemanda de combustibles y dólares; desmiente a las instituciones como al Banco mundial, JP Morgan, la Iglesia, la Unión Europea, y por supuesto todo cuanto se diga, saliendo de Washington. En la pared, corifeo preelectoral, se multiplican intenciones, aparecen intrépidos convocadores, enturbian aguas cuando las necesitan tranquilas para auspiciar unidad; se reúnen por lotes, firman acuerdos, protestan airados por el silencio de los dinosaurios.
Así se está viviendo hoy, con un pueblo decaído en busca de una ilusión, por ahora mal que le pese, entre el gobierno y la pared.

El autor es periodista.

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