martes, julio 23, 2024
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La desilusión de Lula

David Foronda H.

En un artículo, María Zuppello reveló el “fracaso de la movilización convocada por Lula el 1 de mayo, lo que evidenció un giro hacia las manifestaciones virtuales. La imagen de una plaza vacía fue un duro despertar no sólo para el Partido de los Trabajadores, sino para todo el país. Este cambio podría representar un peligro para la calidad democrática del debate político”. Añade que “Lula da Silva, pidió ese día el voto para Guilherme Boulos en las elecciones municipales. La plaza vacía de Lula en San Pablo, en el estacionamiento del antiguo estadio de Itaquera, hoy Neo Química Arena, en la simbólica jornada del Día de los Trabajadores, fue un duro despertar no sólo para el Partido de los Trabajadores, del presidente, sino para todo Brasil”.
El sindicato Força Sindical esperaba al menos 50.000 personas, pero fueron poco menos de 1.700, según el Observatorio del Debate Político de la Universidad de San Pablo (USP). Como comentó el periodista Mario Sabino en el sitio de noticias Metrópoles, la manifestación de Lula “fue una ofensa legal, un fiasco político y un acto inmoral”. El acto había sido organizado por los principales sindicatos del país, pero financiado con fondos públicos de la llamada Ley Rouanet del Espectáculo, bajo el patrocinio de la petrolera nacional Petrobras y el SESI, Consejo de Servicio Social de la Industria. Dice: “además, por primera vez en la historia de todos los gobiernos del PT, de las centrales sindicales que organizaron el acto, al menos cinco han criticado y acusado públicamente a Lula desde el inicio de su tercer mandato.
En lugar de tomar nota de la crisis que representaba aquella plaza vacía, el presidente brasileño intentó capitalizarla políticamente, llegando incluso a infringir la ley electoral, pues pidió explícitamente votar por Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), el precandidato apoyado por él y por el PT para las elecciones municipales de octubre”.
“Lo más preocupante es lo fuera de la realidad que está Lula, sin entender que el mundo ha cambiado y Brasil, el equilibrio político, las centrales sindicales, la disposición de las masas, el PT y el propio Lula han cambiado”, escribe Eliane Cantanhêde en el diario O Estado de São Paulo. Finaliza diciendo “el tiempo en que millones de personas se movilizaban ya pasó”. Diez días antes, en Río de Janeiro, una manifestación convocada por el ex presidente Jair Bolsonaro había llenado la plaza, pero la dinámica fue básicamente la misma que la de Lula en San Pablo, es decir, la de transformar a los manifestantes de protagonistas del diálogo político en receptores pasivos. En esta, la esposa de Bolsonaro, Michelle Bolsonaro, después de tomar el micrófono, incluso comenzó a recitar el Padre Nuestro junto a unos 45.000 manifestantes, en una mezcla sin precedentes de política y religión. Así, si las manifestaciones en Brasil se están convirtiendo en una especie de templo para un ritual colectivo celebrado por el político de turno, independientemente de cuántos y cómo lo escuchen realmente, los politólogos dan la voz de alarma de cara a la próxima campaña electoral y se preguntan hacia dónde están migrando los ciudadanos votantes para hacer oír su voz.

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